La grandeza de una profesión se pone de manifiesto en los momentos difíciles, cuando ha de dar respuesta a situaciones críticas. Pocos se pueden igualar, de los sufridos en nuestra historia reciente, con el provocado por la pandemia de afectación por SARS Cov-2, que ha concitado el peor miedo, el miedo más profundo, porque nadie está libre de padecerlo y porque, como sabemos, su evolución puede llegar a ser muy grave.

Los médicos y, sin duda alguna todo el personal sanitario, estamos ofreciendo a la sociedad una clara muestra de nuestra verdadera imagen: unos profesionales volcados en ser útiles a quienes precisan nuestra ayuda, con un trabajo sacrificado en el que se anteponen la profesionalidad y la atención humana de los enfermos a nuestra seguridad y nuestras conveniencias personales.

La sociedad española ha entendido este fondo profundamente ético y, por tanto, humano y compasivo con el que sufre que tiene nuestra práctica profesional. Nuestro país está atravesando una fase crítica de su historia y, como siempre ocurre, la sociedad está reaccionando responsablemente, dando muestras del sentido de solidaridad que tenemos tan acreditado en los múltiples y dolorosos avatares por los que ha discurrido nuestra historia, aún reciente.

Lo digno, lo ético, lo solidario ahora es cumplir a rajatabla las recomendaciones de las instituciones sanitarias y facilitar en lo posible el trabajo difícil y arriesgado que se está realizando por nuestro potente sistema sanitario, bajo el control de profesionales abnegados y de primera calidad. El obligado confinamiento en los domicilios es una excelente oportunidad para reflexionar. De estas situaciones inesperadamente trágicas han de extraerse enseñanzas personales y sociales.

Una de ellas, sin duda, es la conveniencia de quitarnos de encima las preocupaciones por lo accesorio, por los problemas artificiales; otra es que debemos tener siempre presente que no hay nada que se pueda anteponer en importancia a la salud y, por ello, ha de calar hondo el convencimiento de que es prioritario dotar a nuestra sanidad de cuanto sea preciso para poder seguir manteniendo los altos niveles de calidad que se están ofreciendo. El dinero que se destina a sanidad no es un gasto, es una inversión en nuestra salud y en nuestro futuro como sociedad. Los centros de salud, las consultas, los hospitales no crean valor, acumulan inversión.

El valor se genera cuando esos hospitales y esos centros de salud sirven para evitar muertes y sufrimientos; ese valor se crea cuando la inversión es aplicada en reintegrar la salud de los enfermos y en posibilitar que puedan volver cuanto antes al curso natural de sus vidas. Por ello es imprescindible que podamos contar con los recursos necesarios para poder atender eficaz y eficientemente a los enfermos y hacerlo con la mayor seguridad posible.

Sea cual sea el curso evolutivo de esta pandemia, la sociedad puede estar absolutamente segura de que mantendremos el pulso continuado del trabajo, codo con codo, todos los profesionales sanitarios, implicados con nuestros pacientes y sin desfallecer hasta que se alcance la victoria sobre esta plaga que nos azota. "No sabemos nada del tacto / si pensamos que un abrazo / es cuestión de piel", dice Loreto Sesma en un hermoso poema. Los aplausos que cada día se lanzan al aire para transmitir el mensaje de apoyo de toda la sociedad hacia nuestro trabajo se reciben con enorme agradecimiento y nos sirven de estímulo infinito, pero no deberían quedar en un emocionante recuerdo del pasado cuando todo esto termine felizmente, que lo hará.

Nuestro sufrimiento actual tendrá sentido si en la sociedad queda grabada la importancia que tiene -nos va la vida en ello- disponer de un sistema sanitario tan potente como el nuestro, que ha de seguir siendo mantenido y actualizado a tenor de las necesidades. Este nuevo y grave problema sanitario global va a ser resuelto, como antes lo han sido otras enfermedades en su día intratables.

Y, cuando el tiempo del sufrimiento haya pasado, que pasará y todos queremos que sea cuanto antes, sería bueno que quedara fijada en la conciencia colectiva la certeza de que seguimos siendo el gran país que, dotado de unos servicios de excelencia, es capaz de unirse para conseguir un objetivo común, sin atender a consideraciones egoístas y sectarias. Somos un pueblo solidario y, cuando así nos comportamos, somos indestructibles y lo vamos a demostrar.