La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cira Morote.

Fotosíntesis en el balcón

Hace un rato he hecho la fotosíntesis. He pillado un metro de costura que nunca uso -porque solo sé coser botones- y he medido, con sin par destreza, si había hueco en mi raquítico balcón para encajar, a modo de hamaca, un sillón de esos que parece que te abrazan como un manto generoso. Y sí. La operación se ha saldado con algún que otro tropiezo, pero con suficiente éxito como para disfrutar de un baño de vitamina D, que me ha reconciliado con el espacio tiempo. Presa de un embeleso fotovoltaico me ha venido a la mente una película dirigida por Vittorio de Sica que mi padre me descubrió hace mucho (como casi todas las grandes de la historia del cine) y que se llama Milagro en Milán. Son las andanzas de un grupo de personas pobres de solemnidad, que sobreviven en un poblado de chabolas, en cuyo terreno se descubre petróleo. El argumento es delicioso, pero hay una escena especialmente que se me grabó a fuego en mis pequeñas células grises. En medio del frío y la miseria, se abren las nubes y un rayo de sol aterriza en el lugar, formando un haz de luz maravilloso. Todos los que allí malviven se arraciman mirando al cielo y dejándose acariciar por el astro rey, que les envía un mensaje de esperanza en forma de radiación. Rememorando esa imagen, se me ha quedado suspendida una sonrisa tonta. Salvando las evidentes distancias, mi improvisado chill out balconero ha activado la savia de mi anquilosado organismo. Jamás pensé que un gesto tan nimio pudiera significar tanto. Es lo que tiene la perspectiva. En fin. Vuelvo adentro, si es que puedo, porque creo que he echado raíces.

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