La Provincia - Diario de Las Palmas

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OPINIÓN

El capitalismo sale caro

Son ya muchas las voces que ponen el punto de mira en que la crisis económica será peor que la emergencia sanitaria. Que matará más. Sí, estamos de acuerdo en que las vidas valen más que la economía, eso no lo niega nadie. El problema es que cuando pase el problema sanitario y su altísimo coste en vidas, la economía real se llevará más vidas todavía que el virus.

Si ponemos tanto amor en el análisis y la critica como en el encierro, la ingente tarea de sanitarios y fuerzas de seguridad, el trabajo de tantos trabajadores de la producción y distribución de bienes, la elaboración de mascarillas y otros bienes, las compras llevadas a quien no podía y otro sin fin de cuidados, es posible que el pueblo (y no ese futil "entre todos") desenmascare al capitalismo. El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que creía que no pasaba nada si China era el polígono industrial del mundo. Pues sí pasa. Cuando vas a echar mano de las mascarillas, resulta que vienen de la otra punta del mundo. Y cuando vemos en vídeo que algunas están hechas por niños esclavos en la India algo se revuelve en nuestro interior. Nos habían hecho creer que nosotros poníamos el I+D y que ellos hacían más barato el trabajo precario. El tema era grave porque hacía subir el paro aquí pero no fuimos capaces de cambiar eso. Pues al final nos ha salido caro.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que hace negocio con la vivienda. No quiere resolver el problema de la vivienda porque le viene muy bien. Alguien se beneficia de que casi cinco millones de viviendas en España están por debajo de los 60 metros. Aproximadamente el 80% de las viviendas en alquiler pertenecen a grandes propietarios, no a personas que necesiten esos ingresos.

Con el confinamiento aumenta la violencia doméstica, la distancia educativa entre los que pueden salir adelante desde su casa y los que no. Aumentan las drogadicciones, incluidas las apuestas que el gobierno dice combatir; también el tabaco. Nos ha salido caro.

El coronavirus ha desenmascarado el capitalismo y su sagrada ley de la oferta y la demanda. Suben los precios en general. En una farmacia -por poner un ejemplo- se pagan 50 euros por dos mascarillas y dos boteos de gel. La oferta y la demanda mandan al paro a legiones de trabajadores. Nos ha salido caro.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que creía que no pasaba nada por invertir en el AVE, que es muy guay para quien lo pueda pagar, y no en tener respiradores, que seguramente nos harán falta.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que promueve el turismo como elemento esencial de la vida económica de regiones enteras. Los cruceros, el lío en el transporte, los aeropuertos. Las zonas turísticas del mundo compiten entre sí aunque les cueste vidas. Nos ha salido caro.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo en el que un test rápido sale por 300 euros en la privada y cuyo coste real es de 10 o 15 euros. El uso masivo de esos test es la gran diferencia entre Corea y España. Con test a tiempo no habrían hecho falta respiradores. El coronavirus ha desenmascarado la democracia formal. Una democracia real nos habría permitido tomar decisiones más acertadas. El coronavirus ha desenmascarado la supuesta eficiencia del capitalismo.

Sé por experiencia que más de un amable lector está pensando que el comunismo es peor. Y no seré yo quien defienda el comunismo y sus cien millones de muertos. Desde hace aproximadamente un siglo un sinfín de asociaciones defienden que el comunismo no es más que un capitalismo de Estado. O sea, parecido. Pablo VI hizo una brillante aportación al distinguir capitalismo de industrialización. Los que dicen que el progreso viene de la mano del capitalismo es porque no han escuchado seriamente esta distinción. Nada tenemos contra lo mejor del proceso tecnológico, pero eso no es el capitalismo. Rovirosa distinguía, inteligentemente, entre los técnicos y los explotadores de los técnicos. Algo similar hace hoy Francisco, cuando alaba la tecnología y condena la tecnocracia. No reflexionar juntos sobre estas cosas también nos está saliendo caro.

Camilo Sánchez, alcalde en su día más votado de España en ciudades de más de 20.000 habitantes, creía que, al tiempo que se cultivaba la democracia económica, debía cultivarse la democracia política, y tenía razón. Moría hace 20 años y siguen haciendo falta personas que se plantean intervenir en la estructura económica del mundo desde la política. No contar con ellos nos ha salido caro. Esta crisis ¿provocará vocaciones así?

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