La Provincia - Diario de Las Palmas

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Rubén Reja

Dolor infinito

Una simple bolsa de plástico, a la postre de basura, es el mejor de los salvoconductos para rozar la efímera libertad. Nunca imaginamos que eso de hacer la compra sería la única forma de ver el sol y sentir el aire. Una acción vital no exenta de sobresaltos y rebosante de miedos. El temor al roce del contagio y la ráfaga de miradas furtivas, que trasmiten lo mismo ("ese de al lado lo tendrá"), se entremezclan en el camino. Miradas de sospecha que nos hacen más vulnerables que nunca. Frágiles de cuerpo y mente, temerosos de acercarnos hasta al mejor de los amigos.

Los tiempos duros que vivimos y el incierto porvenir nos obligan a permanecer muy firmes y soñar despiertos con esperanza. A veces ya no sabes qué decir, qué argumentario desplegar. Lo único claro que existe es que hay que cuidarse mucho, y a la familia. Ahora lo importante es salir de esta situación. Lo antes posible. En los momentos difíciles se conoce el verdadero valor de las personas. Toca dar la mejor versión de nosotros mismos sin titubeos. No están permitidos. Todo enfocado a un añorado e ilusionante deseo: el despertar de esta pesadilla y volver a abrazar para no soltarnos jamás. Pero al margen de ensoñamientos nostálgicos, cuando vuelva la vida plena a las calles, por la esquina muy despacio, habrá que realizar exámenes de conciencia a nuestros dirigentes en forma de test rápidos. El resultado final cantará un cuadro contagioso de incompetencia aguda. La gente 'encarcelada' está más intercomunicada que nunca y lo que se impone en la conversación es la falta de previsión por parte del Gobierno y la resultante sensación de desamparo. Cierto es que la dimensión del bicho ha desbordado todas las previsiones más catastrofistas, pero también que las muestras de descoordinación e improvisación han salido muy caras. La ciudadanía, que en su inmensa mayoría cumple su parte confinados en sus hogares, no permanecerá impasible y exigirá responsabilidades, penales incluso por esos miles de homicidios imprudentes. La turba alzará su voz para pedir cuentas por los embustes y la negligencia sufrida. La cruda realidad es que a pesar de disponer de una de las mejores sanidades públicas del planeta, el maldito coronavirus ha truncado proporcionalmente más vidas, y matado más sanitarios, en España que en ningún otro lado. La laxitud de los que mandan acabará dormida en el pasado como suele ocurrir, pero el dolor en el corazón de la sociedad española será infinito y eso nunca se olvida.

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