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OBSERVATORIO

Club de avestruces

La Rochefoucauld dice que "tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse; saber mal lo que se sabe; y saber lo que no se debiera saber". De todo hay y por eso el politólogo brasileño Oliver Steunkel ha acuñado el concepto de Alianza de Avestruces para designar a los políticos que no quieren aceptar la realidad de un virus mortífero cuyos estragos se resisten a ver. E incluye como miembros al presidente brasileño Jair Bolsonaro; al nicaragüense Daniel Ortega, que considera el virus como una amenaza "importada" mientras su esposa organiza procesiones para combatirlo "con la Fe"; al bielorruso Aleksander Lukashenko, "el último dictador de Europa", que cree que vivimos "una psicosis" colectiva y que ha jugado un partido de hockey en un recinto abarrotado, porque él no cree en la "distancia social" y los espectadores no se lo pueden permitir porque tienen necesidad de ser vistos aplaudiendo las jugadas del líder; al presidente de Turkmenistán, cuyo nombre debe desanimar a los virus más agresivos porque escribirlo correctamente me ha costado varios intentos: Gurbanguly Berdymukhammedov, que ha dado orden de arrestar a los que hablan en público de la pandemia, mientras mantiene la celebración de multitudinarios festejos como el Día del Caballo.

Pero no están solos. Hay muchos más y por eso me he permitido inspirarme en la idea de Steunkel añadiendo de mi cosecha a otros porque, como dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír, y así acabamos rodeados de ciegos y de sordos y hacemos reyes a los tuertos. Aunque por fortuna también quedan algunos cuerdos. Yo los clasi?caría en las categorías siguientes: Los Negacionistas, los Inconscientes, los Impotentes, los Transparentes, los Tontos/Fanáticos y por ?n los Sensatos. Me explico.

El Club de los Negacionistas Conversos tiene como miembros a aquellos que siguiendo a santo Tomás tardan en ver la realidad aunque la tengan delante de sus narices, como hacen los que rechazan el Cambio Climático. Me re?ero a Boris Johnson, Xi Jinping o Donald Trump. El primero sólo cambió de opinión tras tres días en la UCI de dónde para fortuna suya logró salir tan despeinado como había entrado. Xi no quiso aceptar que tenía un problema porque "el Partido" nunca se equivoca y, en consecuencia, no quiso enterarse él ni quiso que nos enteráramos nosotros de la que se había armado en Wuhan. Y cuando dio la voz de alarma ya era tarde y estábamos todos infectados. Donald Trump primero negó la pandemia, luego le quitó importancia y ahora, cuando en su país aún no se ha alcanzado el pico de contagios, polemiza con los expertos lanzando ideas peregrinas y aplaude a los que se mani?estan contra el con?namiento y quieren regresar a la vida normal. Sin duda también ignora que lo peor de la Gripe Española de 1918 no fue la primera oleada sino la segunda.

En el Club de los Inconscientes está el mexicano Andrés López-Obrador que se deja ?lmar en un restaurante animando a sus conciudadanos a salir de copas en las actuales circunstancias. También incluyo a los de la Alianza de Avestruces de Steunkel, comenzando por Bolsonaro que aplaude a los que se mani?estan en contra del con?namiento, pasando por alto que muchos son extremistas que piden un golpe de Estado militar en el país del que es presidente. Si pidiera ser admitido en el Club de los Tontos no creo que tuviera problemas.

En el amplio Club de los Impotentes están los que carecen de medios para adoptar medidas e?caces contra la pandemia aunque quisieran. Nicolás Maduro, en Venezuela, no puede meter a la gente en casa porque ya se están muriendo de hambre fuera de ella, o Narendra Modi, en la India, donde muchos ni siquiera tienen casa. ¿Cómo se impone allí la "distancia social"? Y tantos líderes africanos que no pueden impedir que la gente salga de casa porque temen más al hambre que a la pandemia y si no salen no comen. ¿Cómo exigir que se laven las manos los que carecen de agua? Gentes que tampoco tienen respiradores, mascarillas o tests porque Europa y Estados Unidos pagan más y se quedan con todas las existencias que hay en el mercado.

Luego está el Club de los Transparentes como Putin, que siendo un macho alfa se pone curiosamente de per?l y delega la gestión de la pandemia en los gobernadores federales, quizás con la secreta esperanza de que sean ellos los que "se quemen".

El Club de los Tontos/Fanáticos tiene muchos miembros, empezando por esa catalana que dice que en una Cataluña independiente habría menos muertos, o el islamista iraquí que a?rma que el virus "se ceba en los in?eles" y no ataca a los buenos musulmanes. La inteligencia les persigue sin éxito porque ellos son más rápidos. Y como son tontos ni siquiera saben que lo son.

Finalmente está el Club de los Sensatos, los que piensan que más vale prevenir que curar, que tratan al virus con respeto y caminan a su lado pues cada día se aprende algo que el anterior se ignoraba, y como consecuencia lo acaban gestionando con menores pérdidas de vidas humanas. Los políticos sensatos son más numerosos de lo que parece, porque los que llaman la atención son los otros, y no son de una sola raza o continente pues están en sitios tan diversos como Portugal, Finlandia, Nueva Zelanda, Noruega o Taiwan. Dan envidia.

Como son perspicaces, habrán observado que no hablo de España. Esa tarea se la dejo a ustedes.

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