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África resiste al coronavirus

Casi dos meses después de la detección de los primeros casos de Covid-19 en África subsahariana (Senegal y Nigeria los detectaban en los primeros días de marzo), el mundo se sigue preguntando qué está pasando en África. ¿Cómo explicar que en un continente tan empobrecido y con unos sistemas de salud tan deficientes, la expansión de la pandemia no esté siguiendo la curva exponencial que ha tenido en España, Italia, el Reino Unido o los Estados Unidos?

Con 1.300 millones de habitantes, África registra solo cerca de 37.000 casos oficiales de Covid-19. En el planeta se cuentan ya 3.150.000 casos, lo que implica que en el continente africano están solo el 1,1% de casos. De ellos, cerca de un tercio, más de 11.000 casos, ya se han recuperado.

La Comisión Económica para Ádfrica de las Naciones Unidas (UNECA) mantenía hace días que el estallido exponencial de casos estaba a punto de llegar, y su previsión era demoledora: al finalizar el año, dicen, África contará con al menos 300.000 fallecidos por coronavirus.

Sin embargo, la evolución diaria de la pandemia sigue empeñada en quitarle la razón a la previsión de las Naciones Unidas. La gran pregunta está, y los científicos africanos están en ello (con un gran trabajo de coordinación del Centro para el Control de Enfermedades -CDC- de la Unión Africana) en saber si ya podemos afirmar que el virus se está comportando de manera diferente, o no, en un continente más caluroso que el europeo, por un lado, y en el que solo un 5% de sus habitantes tienen más de 60 años, por el otro.

A la espera de las respuestas científicas de si existe, o no, cierta resistencia o inmunidad 'africana' al Covid-19, es evidente que el comportamiento del patógeno solo cabe explicarlo por los hechos, y los hechos son que la respuesta inicial de la inmensa mayoría de países del continente ha sido ejemplar.

El 70% de Estados africanos declararon cierre de fronteras y confinamientos, especialmente en sus ciudades, antes de alcanzar los 10 casos. Incluso 10 países decretaron confinamientos sin un solo caso, a modo de previsión y a sabiendas de que si llegaba, llegaría con fuerza. Sudáfrica, el país más afectado, cuenta con total naturalidad que su respuesta inicial les está dando tiempo a prepararse para lo que asumen será su momento crítico: el mes de septiembre. Tiene su lógica, porque Sudáfrica está muy abajo, en el hemisferio sur, y sus inviernos son fríos en julio y agosto. En septiembre estarán tratando los casos graves transmitidos en el invierno, en una climatología con temperaturas más amables para el virus que las de estos meses.

Desde Casa África llevamos haciendo un intenso seguimiento de la evolución de la pandemia desde la declaración de sus primeros casos. De hecho, a diario elaboramos un dosier con la actualización de los datos y recomendaciones de lectura de los artículos de medios de comunicación, africanos, españoles y de otros lugares, que mejor cuentan cómo nuestros vecinos están logrando victorias en un partido en el que el mundo les daba por perdedores desde el pitido inicial. Esta información que rastreamos desde Casa África está ya llegando a más de 700 contactos, Embajadas, africanistas, ONG y organismos e instituciones interesadas en el continente, además de colgarse en nuestra página web, accesible para todo el mundo.

Allí podrán encontrar enlaces con los ejemplos de países vecinos, como Senegal, que están siendo capaces de desarrollar tests rápidos que costarán al Estado un dólar, y además disponen de una envidiable red de vigilancia de nuevos casos, de aislamiento y seguimiento de contactos (los llaman agentes de salud) que llegan hasta el barrio más pobre de la ciudad, o hasta la más remota de las aldeas.

O de Ghana, que ya ha empezado un desconfinamiento y logrado doblar su curva con poco más de 1.500 casos confirmados del virus. Nuestra vecina Mauritania, por ejemplo, contó siete casos (lamentablemente, un fallecido) y ahora en su estadística oficial no hay un solo caso activo en el país.

Sin embargo, no es menos cierto que estas medidas están teniendo un coste económico descomunal, y los países se encuentran con un dilema muy complicado: no existiendo la presión en sus sistemas sanitarios que han vivido otros países del mundo? ¿hasta cuando podrán mantener confinada a una población que vive al día? En algunos países se han registrado disturbios, o hay quejas por recurrir a una excesiva violencia policial para hacer cumplir los encierros. El tiempo les apremia, y se está dando el caso de países que levantan los confinamientos, o los suavizan, cuando de hecho siguen aumentando, lentamente, en el número de casos.

Esto no es una cuestión puramente africana. Alemania, por ejemplo, país que ha sido puesto como ejemplo por todo el mundo en la gestión del coronavirus, ya tiene indicios de estar sufriendo un rebrote. Su principal asesor científico, Christian Drosten, lo llama en una entrevista en Eldiario.es la paradoja de la prevención. Las medidas tempranas emprendidas fueron criticadas en el país por el grave perjucio a la economía, pero fueron exitosas sanitariamente. Ahora, dice, surge el problema de que el rápido levantamiento de los desconfinamientos para retomar la economía amenaza con echar al traste todo el trabajo andado si estos rebrotes se descontrolan.

África está sumida, como lo está el mundo, en esta paradoja. Lo único que tenemos claro es que si este dilema lo tenemos en Alemania, en España, en África y en los Estados Unidos, debemos compartir las soluciones. Y vuelvo a la obviedad en la que llevo insistiendo desde el principio de esta crisis: si son problemas globales, requieren de soluciones globales.

El intelectual israelí Yuval Noal Harari, autor del superventas Sapiens, concedió el otro día al periódico El País una entrevista en la que lamentaba la falta de cooperación a nivel mundial para combatir el coronavirus. Lo que necesitamos decía, es compartir medios, respiradores, compartir incluso profesionales sanitarios... pero, sobretodo, es fundamental compartir información.

Sin una adecuada cooperación global, sin un intercambio de información libre, basado en la confianza mutua y en la búsqueda del bien común, todos juntos, no existirá victoria global contra el coronavirus. Desde nuestra institución, Casa África, nuestra aspiración es precisamente esa: ser útiles. Contribuir, como dice Harari, a que fluya la información.

Porque para África, eso es fundamental. El mundo debe saber que su esfuerzo contra el coronavirus está siendo admirable. Y que su esfuerzo nos beneficia a todos. Sus avances, sus logros, también son los nuestros. Por ello es tan importante que compartamos preguntas y respuestas. Nos va el futuro a todos.

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