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PIEDRA LUNAR

Economía en las Montañas Sagradas

El ocho de julio de 2019, la isla de Gran Canaria, y por extensión todo el Archipiélago canario, recibió con lógica euforia la Declaración de Patrimonio de la Humanidad por parte de la comisión de la Unesco reunida en Azerbaiyan (Bakú). Un arduo trabajo de ocho años se vio recompensado de manera unánime con la singularidad del yacimiento arqueo-astronómico de Risco Caído, además de 18.000 hectáreas que incluyen las referencias arqueo etnográficas de Acusa, Bentayga y Cueva de los Candiles-Risco Chapí, con unas evidencias culturales que ponen en valor el incomparable paisaje de la cumbre isleña.

Sin embargo, un mes más tarde empezamos a vivir una cascada de contratiempos que llegan hasta la actualidad: dos incendios que arrasan este ámbito cumbrero; un fuerte temporal a fines de febrero de 2020 que pone en jaque la exigua economía del lugar, y, desde el 13 de marzo, la declaración de estado de alarma como consecuencia de la pandemia del coronavirus que pone a nuestro planeta en un riesgo socio sanitario no vivido con tanto temor y extensión a lo largo de la historia.

En el ámbito doméstico, la débil economía cumbrera se encuentra triplemente machacada. En este momento, a pesar de las progresivas medidas de protección sanitaria que se han adoptado tanto a nivel mundial como del Estado, la incertidumbre es la piedra angular donde descansa el pesimismo y la desolación del ser humano ante su inmediato destino. Sin embargo, la desescalada de esta pandemia genera cierta esperanza y se proyecta con una graduación en función de algunos parámetros que tratan de equilibrar la seguridad sanitaria con la inmediata recuperación socioeconómica.

Por suerte, los municipios de Artenara y de Tejeda están libres de haber sido atacados por el virus maligno. En este contexto, y con la mirada puesta en una cercana recuperación y vuelta a una cierta normalidad, que ya se vislumbra en el sector de la construcción, habría que poner sobre la mesa la situación de estos municipios a efectos de reiniciar desde ahora la curación de los males descritos.

No hay que perder de vista que en el marco de las Montañas Sagradas de Gran Canaria hay diversas tareas por realizar y que vendrían a atenuar el dolor causado por tanta fatalidad. Desconocemos en estas circunstancias los parámetros de la evaluación que realizará sobre el terreno la Comisión de la Unesco, prevista para el final del segundo año de la declaración, es decir, en julio de 2021. No obstante, estando en el umbral de la nueva etapa que se abrió con la catalogación de Patrimonio Mundial, sin tener la sospecha de los infortunios sobrevenidos, no tenemos que olvidar que la economía de la isla está estructurada básicamente en dos rangos: uno, el desarrollo del turismo como motor prioritario y que por su dimensión multisectorial y socio laboral hay que salvar con urgencia; y otro rango, el que está marcado por la protección y fomento medioambiental. Mientras la economía turística, sustentada en el mundo empresarial tiene mecanismos propios para su fortalecimiento (recuérdese la reciente quiebra de Tomas Cook), la economía medioambiental es subsidiaria de las aportaciones programadas desde las instituciones públicas. En este sentido, en Gran Canaria se hace necesario seguir actuando bajo el paraguas del concepto "ecoisla". Ello implica un trabajo previo de programación, con la consideración de obra pública con un doble objetivo: uno, mitigar el paro obrero de la zona; y dos, estar preparados para que cuando se vuelva a la normalidad, el turista, tanto el isleño como el proveniente de fuera de la isla, se encuentre con un novedoso atractivo cultural y paisajístico que lleva implícito la mejora económica del sector productivo.

En el municipio de Artenara, en pleno corazón del paisaje declarado Patrimonio de la Humanidad, se encuentra la histórica finca de El Lavadero, propiedad del Cabildo y cogestionada por el Ayuntamiento, que está pidiendo a gritos una intervención que la convierta en prototipo de finca de cumbre en territorio abrupto, antaño destinada a agricultura de subsistencia: casa-cueva del medianero; gañanías en cueva; terreno abancalado, con paredes de piedra seca; dos estanques en obra y dos estanques en cueva; sistema de riego mediante acequia tradicional; zona de retamal; zona de arbolado. En esta situación, esta finca puede ser referente de campo temático, con un sentido didáctico, tras llevar a cabo la adecuación de un aparcamiento y la mejora de accesos y dependencias etnográficas. Uno de los estanques en cueva ofrece la posibilidad de convertirlo en doble función: almacenamiento de agua y salón-auditorio subterráneo.

Aparte de esta finca, existen en este ámbito otros bienes etnográficos que están necesitados de mejoras como el camino real de Las Arvejas por Paredones y la era de La Majadilla. Todo ello implica la regeneración del paisaje agrario y el cuidado del sistema hidráulico que de manera singular está recogido en la memoria de la candidatura a Paisaje cultural de la Humanidad, y que tanto interés suscitó por parte de los observadores de la Unesco, en las fechas previas a la Declaración. El compromiso está adquirido y es nuestra obligación dar cumplimiento al mismo, sin excusas dilatorias.

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