La Provincia - Diario de Las Palmas

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IN MEMORIAM

Excelente

A D. Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna, IX conde de la Vega Grande de Guadalupe, con sentido pesar por la irreparable pérdida de un gran ser humano. Un hombre con una gran formación y capacidad intelectual, amable, considerado, creyente y familiar. Dotado de un sobresaliente espíritu emprendedor, visión empresarial y adelantado a su tiempo, fue el creador de la industria turística en Gran Canaria y de nuestra joya Maspalomas Costa Canaria. Mecenas de la cultura y de la historia de su tierra, volcado siempre en la conservación del patrimonio cultural de la Isla, a la que por tantos vínculos estaba ligado, y fundador del Museo de Historia de Gran Canaria en la Finca Condal en Juan Grande Melómano, admirador de la música clásica, la zarzuela y la ópera, fue impulsor de la carrera artística de numerosos pianistas canarios, así como fundador del Festival de Ópera. Un referente para todos en su forma de hacer y actuar. A nivel personal nunca se negó a reunirse con nadie y siempre intentó buscar una ayuda a quien se lo solicitaba, era muy caritativo. Activo hasta el final, preocupado en estos días por las personas indefensas, por la tercera edad, por medidas de protección y test para todos ante esta situación, siempre con una actitud positiva y constructiva. Con creatividad y un talento artístico destacado pintaba acuarelas, con paisajes y flores que compartía y hasta rifaba, y nos llenaban de alegría y colorido el confinamiento. Don Alejandro es una de esas personas que después de una vida de servicio a los demás queda una frase para recordarlas, "una excelente persona, tendría que volver a nacer". En una sociedad en la que a veces se demoniza a todo aquel que por mérito propio o por una saga familiar tuvo mejores medios para vivir que otras personas de su época, es de justicia reconocer que destacan personas excepcionales. Ya que si bien en circunstancias acomodadas, hay quien se vuelve indolente y se distancia de la realidad social que le ha tocado vivir para egoístamente trata de aprovechar su poder en su único beneficio, hay otros, tal vez sólo unos pocos, que son capaces de entender la importancia de su posición y su historia familiar para trabajar en servicio de la comunidad.

Noble es una persona de comportamiento honesto y ejemplar, sin necesidad de contar con un título nobiliario. D. Alejandro, por herencia, tenía la condición de conde, noble por tanto, pero, lejos de abusar de su condición, asumió como propio el lema de "nobleza obliga". Esto es, actuar conforme a su posición y reputación, adoptando siempre un comportamiento ejemplar. El privilegio heredado conllevaba para él una responsabilidad y una obligación moral, que le predisponían siempre a contribuir a mejorar la sociedad y de ayudar con agrado a las personas que lo necesitaran. Por ello el señor conde era para mí doblemente merecedor del calificativo noble, por sus cualidades morales, distinción , honradez, altruismo, además de por cuna. Noble por hecho y por derecho.

Cuando don Alejandro del Castillo era joven, la isla de Gran Canaria vivía sumida en una posguerra terrible, una época llena de miseria. En esos tiempos de incertidumbre y falta de liderazgo aparecen personas que quieren cambiar las cosas para que su sociedad mejore, que son capaces de ver mucho más allá que el resto de los conciudadanos, y que son capaces incluso de arriesgar su fortuna por un proyecto, una visión de futuro que implicaría también mejorar la calidad de vida de los demás.

Don Alejandro en los años 60 entendió que la isla de Gran Canaria necesitaba hacerse conocer en el mundo, no por ser un mero punto en mitad del océano de conexión entre continentes, sino por su propia belleza, sus valores, sus tradiciones, su flora, su gastronomía, su gente y por lo que seria capaz de aportar a la humanidad. Se asesoró con los mejores técnicos, identificó que el turismo era una de las fuentes de desarrollo que habría que potenciar, se jugó su fortuna personal, pagó las innumerables infraestructuras que fueron necesarias para crear la ciudad turística, convenció a otras naciones y sus gentes de que había que visitar y conocer Gran Canaria.

En esa época no había leyes de protección del paisaje y el medioambiente que lo obligaran, sin embargo él, amante de su tierra y su paisaje y del patrimonio que nos es común a todos los grancanarios, puso como condición inamovible que el desarrollo turístico en ningún caso podría invadir las Dunas de Maspalomas y la charca. Todo un acierto y un legado de este hombre y que demuestran una vez más la bonhomía y generosidad que le caracterizaban.

Y con todo ello logró algo muy importante, pero todo lo hizo en silencio, sin aspavientos, con suma discreción y modestia, sin esperar el reconocimiento social a lo que fue una labor de importancia vital en el desarrollo y florecimiento económico de Gran Canaria y sus habitantes y la conservación del entorno natural.

Gracias don Alejandro por su forma de ser, por tratar a las personas que se le acercaban de igual a igual, con tolerancia, cariño y paciencia, por ser una buena persona, que te miraba a los ojos al hablar y te escuchaba, como comentamos todos los que tuvimos el privilegio de poder trabajar a su lado.

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