La Provincia - Diario de Las Palmas

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PAPEL VEGETAL

¡Bendita prensa de provincias!

Sí, bendita esa prensa que desde el paletismo madrileño disfrazado de cosmopolitismo, ése que con tanto desparpajo exhibe la presidenta de aquella comunidad, llaman en tono un tanto displicente "de provincias".

¿Qué haría uno sin esa prensa hecha por buenos profesionales, cuya tarea es informar pormenorizadamente al ciudadano de lo que sucede en su inmediato entorno y por tanto más le atañe, y aunque sea de modo más sucinto en el resto del país y más allá de nuestras fronteras?

¿Qué haría si su única fuente de información escrita - y uno no tiene más remedio que reconocer que sigue prefiriendo el papel, por mucho que siga ensuciándoles las manos, a la estéril pantalla- qué haría uno, pregunto, si la única fuente fuese la prensa de la Villa y Corte?

Quien firma esta columna ha tenido la fortuna de trabajar más de treinta años de corresponsal en dos continentes y puede asegurar al lector que nunca ha visto - si se exceptúan los tabloides del grupo Murdoch en Gran Bretaña- una prensa tan descaradamente panfletaria como buena parte de la madrileña.

Con alguna honrosa excepción, los diarios que se editan en Madrid son manipuladores hasta extremos vergonzosos, sin que muchas veces se distingan en eso de esos tertulianos- siempre los mismos- que están a todas las horas soltando su veneno en las tertulias radiofónicas.

No es que los periódicos a que me refiero expresen en sus editoriales su opinión, para lo que son totalmente libres, sino que todo lo editorializan: desde la portada hasta la última página sin que se salven siquiera los pies de foto.

No han aceptado los responsables de esos diarios el veredicto de las urnas, y en medio de la pandemia que padecemos, en lugar de ayudar a entender lo que pasa y poner algo de luz en el confuso panorama, se dedican, con la misma ferocidad que los políticos, a emponzoñar el ambiente hasta convertirlo en irrespirable.

El Covid-19 ha sustituido a Cataluña como arma arrojadiza contra un Gobierno al que se quiere derribar por cualquier medio, sin esperar a lo que decidan sobre su gestión los ciudadanos en las próximas elecciones, a que juzguen sus aciertos y desaciertos, que de todo ha habido, en unas circunstancias sin precedentes. .

Me llaman a Berlín, donde paso esta pandemia, amigos de Madrid, de Salamanca, de varios puntos de Andalucía, que han estado sometidos, como todos nuestros compatriotas, al más extremo de los confinamientos y me describen el clima de crispación allí existente y al que contribuyen también los bulos en las redes sociales..

"No reconozco ya a muchos de mis amigos. No hacen más que insultar al Gobierno sin que se pueda sea posible discutir tranquilamente. No atienden ya a razones. Me temo que muchos van a votar a Vox la próxima vez", me confesaba uno de ellos

Ni que decir tiene que la ultraderecha está aprovechando la vulnerabilidad extrema de los ciudadanos a cualquier manipulación en circunstancias como las actuales, en las que a la soledad y depresión por el confinamiento se suman el miedo al contagio por el virus y a la inseguridad sobre el futuro.

Y ciertos medios, en lugar de ofrecer una información veraz y objetiva, se dedican a manipular las emociones del lector con el único fin de acelerar la caída de un Gobierno que no soportan. Eso no es lo que uno entiende por libertad de prensa. No he visto en mis años de profesión tamaña irresponsabilidad.

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