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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Los niños de la 'pizzayuso'

Igual que están los niños de la guerra, están los niños de las pizzas, una categoría creada por Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, a golpe de subvenciones. El engorde de miles de niños necesitados del menú escolar en tiempos de pandemia resulta estrepitosamente llamativo: son alimentados con comida rápida, la misma que simboliza la opulencia consumista y también el desastre de la obesidad infantil. Así lo han repetido hasta la saciedad los nutricionistas, un empeño que se derrumba ahora por la insensibilidad del poder público con los rigores de la dieta. Entullar a los menores con las maldades ultraprocesadas se llama pobreza infantil. Ya lo comentan los hermanos Gasol en una carta que su fundación remitió a pizzayuso, contestada con una defensa de los vegetales verdes que se cruzan -¿a un kilómetro y medio de distancia?- con las porciones y los trozos de pollo bien hormonados. Una esencia cromática vacua que podría haber sido más consistente si los entulladores hubiesen recogido las toneladas de plátanos solidarios enviadas desde Canarias. Una proposición honesta que sacaría -en un buen porcentaje- a los escolares de esta anomalía gastronómica, muy bien descrita, por cierto, en el blog El Comidista de Mikel López Iturriaga. Estas pizzas al por mayor junto con la falta de fibra óptica y soportes digitales en muchos hogares de España, evidencian la fortaleza del enquistamiento del retraso educativo. La comida rápida no es otra cosa que una metáfora del desdén con que se trata a los menores: igual que les construimos un menú -hasta con paquete de papas chip- para soportar el hambre en pandemia, les levantamos un aula prefabricada para recibir las clases. Y allí los dejamos hasta que empiezan las goteras o el calor convierte el espacio en un auténtico sudario. Sabemos que los partidos han estado entretenidos esta semana en intercambiarse los cromos de la prórroga del estado de alarma aprobada ayer. Otro tiempo quemado en estupideces. Mientras ellos siguen en su camelot, vale la pena preguntarse sobre el coeficiente intelectual del cargo público que alimenta a miles de niños con una comida incorrecta, por decirlo en neutro. No sé cómo se le ocurrió: seguro que el motivo es macroeconómico y no de ahorro público.

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