Querido silencio: entraste en mi vida por la puerta de atrás... sin hacer ruido, sin anunciarte, sin esperarte. Al principio me negaba incluso a notar tu presencia, sabes muy bien que no fuiste invitado, te colaste en mi casa sin más. Es cierto que me incomodaba tu cercanía, me abrumaba que estuvieras conmigo día y noche, que permanecieras imperturbable en todo momento...

Sé por experiencia que la convivencia resulta complicada, pero contigo, en ocasiones, casi era insoportable. Soy conocedora de que apenas ocupabas espacio en mi hogar, sin embargo lo llenabas al completo, todo el tiempo te sentía y entonces, huía... quizá buscando mi apreciada zona de confort. Me lanzaba al teléfono, al whatsapp, me daba a las videollamadas, veía series... pero al detener la vorágine tecnológica comprobaba que seguías impasible junto a mí. Me acordé entonces de aquella famosa frase "si no puedes con tu enemigo, únete a él". Decidí pues, ponerla en práctica y dejar un resquicio de mi tiempo para conocerte, para dejar de negarte. En realidad, no habías sido para nada hostil, habías sido considerado respetando todos mis movimientos... pero eso sí, sin apartarte de mí. Sin duda, una relación curiosa que me invitó a reflexionar. Quizá no fueras un adversario, quizá merecías una oportunidad... quizá ambos merecíamos una oportunidad para conocernos, para saber más el uno del otro. Fue así como comenzó un bello romance, una estrecha conexión que nunca antes había experimentado. Poco a poco pasábamos más tiempo juntos y ya no me resistía a quedarme a solas contigo, a escucharte y a sentirte.

Seguían llegándome noticias del exterior, seguía en contacto con mis amigos y familiares, pero algo había cambiado dentro de mí. Esperaba con anhelo esos momentos en los que disfrutaba de tu mágica presencia, esos instantes que nos conectaban de tal manera que todo lo demás pareciera que se difuminase...

Ahora, después de casi dos meses de mutua compañía, ahora que ya te he aceptado como imprescindible en mi vida, amenazas con marcharte. La normalidad se va instaurando poco a poco en nuestras calles e inexorablemente el ruido desea ocupar su lugar queriéndose imponer en nuestro día a día. Pero eso no significa que no seas necesario, sinceramente creo que ahora que ya he aprendido a disfrutarte, ahora que sé apreciarte sin juzgarte, que te valoro tal cual eres y considero todo lo que me aportas... ahora, si tú quieres, elijo compartir mi vida contigo... querido silencio.