La Provincia - Diario de Las Palmas

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PUNTO DE VISTA

En situaciones sin luz uno se agarra a cualquier farolillo

Por lo visto, nos hemos dado cuenta de las virtudes de la tecnología y su poder para transformar el mundo. Sin duda, la situación que estamos viviendo, afirma que a su lado se hablan muchos lenguajes. Sí, está al servicio de todos; en definitiva es evidente que sin ella la realidad tendría otro destino. Por supuesto, el comportamiento (el nuestro) es disposición mental que surge junto a la vivencia. Y en situaciones sin luz uno se agarra a cualquier farolillo.

Tal vez ahora veamos la calle como una amenaza; durante todo el proceso de confinamiento hemos transformado nuestra forma de vivir y hemos encontrado el sentido más humano junto a una pantalla. Conscientes o no, hemos visto en la virtualidad una forma de correspondencia, y por si fuera poco, siempre responde con solo pulsar un botón. Lo inmediato no suele ser fragmento de contradicción, ni de afirmación; por lo general, es palabra nombrada que crea por sí misma ciertas implicaciones, en un tiempo agotado de antemano. Hay cosas, aunque no queramos verlas, que simulan hábitos de participación. Estar "conectados" suena muy sonoro; pero, díganme, ¿de qué sirve "algo" inerte que simula el sentido de la vida sin la presencia física de los humanos? A muchas personas les costará salir del acomodamiento; durante el confinamiento hemos vinculado nuestra vida a la tecnología y junto a ella hemos edificado una pared que nos protege de todos los males: los reales y los imaginarios. Hay cosas necesarias pero solo por un tiempo, poco a poco (opinión subjetiva) debemos de empezar a darle forma a la vida y entre todos construir las condiciones necesarias para lo que llaman nueva normalidad. Aunque sea de lejos, el vernos formará parte de la recuperación; yo prefiero (sonrío) ver a alguien de lejos a tener una posición privilegiada delante de cualquier ordenador. Por poner un ejemplo: pienso que las videollamadas, son una clasificación de egos que cambia cada cinco segundos nuestro semblante. No, no ayudan a respirar humanidad. Al vernos nos cegamos con nosotros mismos, y estamos más pendientes (sonrío) de salir guapos que del estímulo de la conversación. Creo que son la contradicción del vocablo natural, muchas de ellas, son la furia de la inseguridad dispuesta a golear durante un rato.

La distancia social no consume los afectos, debemos pensar que nada es propósito de rechazo, si está nuestra vida en juego. La presencia siempre es presencia, junto al contorno humano, todo (absolutamente todo) tiene una prolongación. Fíjense lo lejos que están las estrellas y todos las míranos. Sirva la comparación para darnos cuenta que la distancia física no siempre engendra extraños.

Es el momento de decir adiós a las fotografías de nuestros mejores bizcochos, a los múltiples caprichos del aburrimiento, a los directos destinados a sobrellevar mejor el confinamiento, ah, y a las interminables versiones del famoso Resistiré. En resumen: a las innumerables cosas que nos han acompañado durante el confinamiento. La mayoría virtuales, también hay que decirlo. Ahora toca comprender que la vida sigue, y es preciso aprender a reposar la paciencia junto a cualquier esquina. Lo nuevo, al principio tiene apariencia de insólito, y en ocasiones para franquear las dudas propias de la novedad uno puede ponerse nervioso. Lo triste siempre tiene un ritmo lento, al no ser estímulo se acomoda junto a la tranquilidad y ahí se queda. No, no podemos permitirlo, de ninguna manera.

Poco a poco, la aspereza se convertirá en dulzura y nuestras calles volverán a vestirse de vida con sedas y terciopelos. Sé que todos tenemos una intención honesta de cooperar, por lo tanto, abrazados a ella, la recuperación será más fácil.

Hay cosas que surgen en un determinado momento para demostrarnos que junto a una rama quebrada es imposible anidar.

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