Extraña e insólita celebración, ayer, del Día de Canarias en el marco de esta pandemia de la Covid-19 que contamina todo lo que toca y que, de hecho, está tocando casi todo en nuestras vidas individuales y colectivas. Afortunadamente, la emergencia sanitaria toca a su fin en el conjunto del Archipiélago, en la confianza de que no haya rebrotes importantes, pero las gravísimas consecuencias económicas y sociales están apenas apareciendo en estos momentos sin que por ahora sepamos gran cosa sobre cómo podremos hacerles frente.

Un escenario como éste no podía por menos que trastocar la tradicional celebración del día grande de la comunidad autónoma, no ya solo en sus aspectos festivos e institucionales, sino sobre todo en los análisis y reflexiones que desde la sociedad civil y desde todos los ámbitos públicos cabe hacer para identificar de forma clara el momento histórico en el que nos encontramos todos los canarios, y redefinir nuestras prioridades y objetivos como colectivo humano. También saber encontrar la estrategia a seguir y las medidas que deben implementarse para salir adelante y superar, sin dejar por el camino a nadie, esta crisis que ya tenemos encima y ante la que hay que actuar de manera serena e inteligente, pero decidida.

Parte de estos elementos fueron mencionados ayer en el discurso institucional del presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, que centró su intervención en destacar ese Plan de Reconstrucción consensuado con la práctica totalidad de los partidos políticos y agentes económicos y sociales del Archipiélago, además de con cabildos y ayuntamientos, y que pretende ser el vértice de la acción en todos los frentes, político, institucional y del sector privado, para recuperar la plena capacidad productiva de la región, y paliar las dramáticas consecuencias sociales y la pérdida de decenas de miles de empleos por el cierre del sector turístico.

El Plan de Torres está sujeto y condicionado a las ayudas que se aporten desde el Estado, así como a las que a su vez lleguen desde la UE, y por tanto no alcanzará sus objetivos si, previamente, el Gobierno de Canarias no es capaz de convencer al Ejecutivo central de Pedro Sánchez de la necesidad de un programa específico de medidas para las Islas como el territorio español que, sin duda, más va a sufrir esta crisis.

Es este aspecto el que más dudas ha generado entre los firmantes del acuerdo canario, del que finalmente se han desmarcado únicamente el PP y Cs en sendas cuestionables decisiones que, en el caso de los populares, parece estar claramente dictada desde la dirección nacional del partido. Esta decisión en clave estatal es un grave error político por parte de los populares canarios, que se pliegan a la dinámica de enfrentamiento y oposición sin matices que practica el partido en Madrid, en un asunto en el que están en juego los intereses de Canarias y la capacidad de la sociedad isleña en su conjunto para tirar del carro todos a una. El caso de Cs es distinto por su menor peso político y por tratarse de un partido sin liderazgo y sin estructura identificable en estos momentos en las Islas.

Como hará la principal fuerza política de la oposición, CC, que pese a sus reparos ha terminado por integrarse en apoyar el Plan, bien podían haber firmado el PP y Cs para, con ello, exigir luego al Gobierno del 'pacto de progreso' que no falle en su ejecución, incluidas las máximas exigencias al Estado para que actúe en los ámbitos en los que toda Canarias se lo reclama: uso del superávit y mayor capacidad de endeudamiento por parte de todas las administraciones canarias; mantenimiento de los ERTE turísticos hasta que se recupere el turismo internacional como antes de la pandemia; un plan turístico de promoción e inversión especial para las Islas; y resolver algunos de los convenios de infraestructuras entre ambas administraciones, en especial el de carreteras, para mantener la construcción como soporte momentáneo de la economía canaria.

El Plan de Reconstrucción firmado ayer no deja de ser, de hecho, un mapa de superficie de la situación en la que se encuentra el Archipiélago tras la emergencia sanitaria, y un diagnóstico sobre los frentes en los que actuar, así como la intendencia política e institucional necesaria para acometer el reto. Pero el pacto no concreta las medidas a adoptar ni la ficha financiera que exigirá, más allá de la que se reclama de manera implícita al propio Estado, o de la que pudiera llegar desde Bruselas, sobre las que, en todo caso, todo lo que hay son especulaciones. Las buenas intenciones del Plan de Torres siguen pendientes de que el Gobierno central concrete su aportación y supere de una vez esa actitud escapista, dubitativa y con declaraciones llenas de vaguedades y generalizaciones como las que suelen protagonizar el propio Sánchez y la mayoría de sus ministros cuando responden a sus interlocutores de las Islas.

Ese lenguaje del "sí, pero no" y del "ya veremos" es el que ha terminado por quebrar la confianza que el Gobierno de Canarias depositaba en algunos de los ministros de Sánchez para avanzar en las negociaciones. Es lo que ha ocurrido en el caso de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, con la que Torres y el vicepresidente, Román Rodríguez, se reunieron el día 13 aparentemente con resultados positivos, pero sin que desde entonces se hayan concretado respuestas claras a las demandas canarias. Montero dijo el jueves en el Senado que prepara un paquete fiscal para dar liquidez a la comunidad autónoma y que se reunirá con cabildos y ayuntamientos para analizar su situación financiera, pero sigue jugando en el terreno de las vaguedades e inconcreciones, muy al contrario de lo que está haciendo en otras comunidades autónomas, como el País Vasco y Navarra, pese a reconocer que Canarias será el territorio más dañado por la crisis.

De hecho, esta desconfianza hacia la ministra andaluza, ya instalada desde hace tiempo en el vicepresidente canario y que parece haber llegado ya a la cúpula del Gobierno regional, es lo que impulsó al propio Torres a una jugada de gran riesgo político como es el envío de una carta a Sánchez para que sea él quien lidere este proceso negociador a través de la creación de una "Comisión Bilateral Canarias-Estado" con todas las demandas isleñas antes mencionadas sobre la mesa. Torres se juega parte de su autoridad en Canarias en función de la respuesta que le dé el Jefe del Ejecutivo central y a su vez líder del partido en el que ambos militan, y no es fácil que Sánchez acceda sin más a ese foro de tú a tú con el Estado, al estilo 'procesista' de Quim Torra, porque sería tanto como desautorizar a Montero y dar por superada, como implícitamente se pide en la carta, la reunión del día 13 con ella. Y si Sánchez no responde, quien quedará en entredicho será el Presidente de Canarias y líder de los socialistas canarios.

El envite de Torres, por invitación de sus socios del 'pacto de las flores' y en especial de NC y ASG, puede acabar siéndole contraproducente. Y eso puede ser un golpe fuerte para un presidente y un Gobierno que en menos de un año han perdido a tres de sus consejeras, todas ellas socialistas y apuestas personales de Torres. Y en las áreas (Economía, Sanidad y Educación) donde el PSOE quería imprimir carácter de gestión.

Los desajustes y torpezas del Gobierno se están dejando notar, y a ello no han escapado los Premios Canarias de este año, suspendidos formalmente por la emergencia sanitaria, pero cuyo procedimiento para la elección de los premiados, que debería haber estado concluido antes de la propagación de la enfermedad y de decretado el estado de alarma el 14 de marzo, no se ha cumplimentado tal como establece la ley que los regula. Por primera vez desde su instauración en 1984, no hay acto de entrega de premios por motivos de seguridad sanitaria, pero es que tampoco hay premiados por motivos de desbarajuste administrativo o incapacidad técnica.

Más allá de los avatares, negociaciones y movimientos políticos que rodean toda esta dinámica, y de la crispada, cainita y vergonzosa situación política que vive el país en este trance histórico, Canarias debe centrarse en favorecer un clima que no le despiste de sus objetivos para la era del postcoronavirus. El Plan de Reconstrucción del Gobierno canario, que incluye enmiendas de los partidos firmantes y de otros ámbitos ajenos al Parlamento, no es suficiente, pero sí un punto de partida. La alternativa es la nada, algo que parece estar poniéndose de moda en esta España donde el nihilismo político triunfa. La sociedad canaria se verá obligada a cabalgar esta crisis sabiendo que necesita de la ayuda de toda España y de Europa, y que también que deberá aplicar una buena dosis de realismo, unidad y pulso firme. Abordándola así, y superándola, Canarias explorará de paso su futuro.