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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Cocodrilo y purificación

Pendiente de confirmarse la visión del cocodrilo que se arrastra por el fango del Pisuerga en una versión cañí del rentable monstruo del lago Ness, nos salta a los brazos -toda coincidencia es mera bufonada- el reptil de la monarquía con piel de escamas duras y movimientos cada vez más pesados por la edad que no perdona. La Fiscalía del Tribunal Supremo, con el alarde de una joven serpiente, ha cogido al vuelo, con lengua bífida y pegajosa, la investigación sobre la supuestas comisiones del AVE a La Meca en la persona de Juan Carlos I, negado por su hijo Felipe VI tras conocerse acciones en paraísos fiscales, repartos entre féminas a las que mimó y todavía mimaba, y lo que es peor, tras intentar llenar su trono de polillas al ponerlo de heredero del brebaje financiero. Ante un insondable viaje al valle desértico de las amistades de Arabia Saudí, tierra llena de oquedades, donde acecha la daga, la alta institución judicial agarra semejante bramido, temerosa que una instrucción tan de porcelana acabe hecha añicos y se convierta en una causa general sobre la razón monárquica después del 75. Es un abismo tan cautivador como el de Urdangarin, el preso que no siguió las instrucciones de su suegro sobre cómo había que cortar el pastel y la oportunidad de retirarse desde el momento en que la grosella empezaba a manchar el mantel. Pero nada comparable en grasa apetitosa como la caja negra que lleva como joroba el monarca emérito, que, a buen seguro, solicitará comprensión por los años pasados, donde tuvo que manejar jarcias y timón frente a bucaneros curtidos en los soplos del golpismo, el garrote vil, la tortura, el fusilamiento... ¿No me valoráis nada pese a que reconvertí a la hierbas venenosas y a otras las mandé a penal? La primera acción de envergadura de la Justicia nacional en el asunto podría ser un antes y un después: un torbellino para la senectud del viejo monarca, que no podrá cruzar el meridiano enjabonado con el salitre que cae en el puente del velero, pero también la purificación que trata de encontrar el joven monarca para llevar un reinado en paz y entregárselo impoluto y abrillantado a su hija. Ha llovido mucho y en este país la fidelidades del pasado o no existen o son rocas porosas. La Transición ha perdido su carácter mitológico, se ha evaporado poco a poco entre ese subidón que hace de los españoles unos seres tremendamente atrevidos en su ignorancia. Mirar hacia La Meca es mirar a una inflexión que a algunos le produce verdaderos escalofríos.

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