La Provincia - Diario de Las Palmas

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PUNTO DE VISTA

Palabras para una orla a distancia

Aunque he estado en muchas, nunca he tenido una propia. Me refiero a una orla en condiciones. Ni en el colegio, menos aún en el instituto y, de la universidad, mejor ni hablar. Me gradué en la UNED en otra época y hasta en otro siglo. Sin embargo, la educación a distancia siempre me ha acompañado. Para mí, ha sido la mejor, al menos lo que experimenté al ganar en autonomía intelectual e independencia de criterio. Reconozco que fueron años de duro aprendizaje, puesto que se exigía estar a la altura del desafío. Y no tuve profesores que me orientaran o que respondieran a mis inquietudes. Únicamente libros y pruebas y más pruebas, pero, ya digo, el resultado ha sido óptimo. Estudiar a distancia significaba que, aun falleciendo el titular de la asignatura, uno sabía que tendría que examinarse del temario al completo. Esto te da una formación inmejorable, extraña en una universidad presencial. Este es el recuerdo personal de mi periplo por las aulas de la UNED, mi universidad. No sé cómo les ha ido a los que hoy se orlan con la enseñanza online, ni siquiera si les convence la experiencia, pero lo cierto, lo que no se discute de ningún modo es que ha supuesto un antes y un después en sus vidas. Me reconforta la idea de que, sólo por un instante, habrán sentido lo que yo viví, con apenas dieciocho años. Aunque lo que no habrán experimentado en absoluto es la soledad del profesor y cómo, definitivamente, añora el contacto con sus alumnos. Al llegarme los trabajos exigidos de Psicología, me sorprendí con que, algunos de ellos, contenían audios o imágenes en movimiento de los que fechas atrás estaban sentados justo delante del docente. Los veía hablando de los prejuicios sociales o, quizás, los escuchaba en improvisadas entrevistas a los más pequeños de la casa sobre el impacto de la infección vírica. Y confieso que me sobrecogí. No sabía muy bien por qué, pero la emoción se iba progresivamente apoderando de uno. Los sentía tan cerca y a la vez tan lejos que convertí en rutina iniciar el día con sus voces. Será que me estoy haciendo mayor, será que la melancolía me envuelve con su manto, pero no me avergüenzo de expresar un sentimiento que, en cierta manera, da sentido a la tarea del profesor. Felicito a todos los que van a recibir su orla virtual, lo cual hace que esta sea una generación única. Piénsenlo así, es lo mejor. Y, por mi parte, gracias por descubrirme esa tierra a la que canta Manuel Altolaguirre en uno de sus poemas, un país en el que se vive donde los demás nos piensan.

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