Básicamente, lo que hago cada día es levantarme e intentar que no se maten entre ellos". La confesión, en los días de confinamiento, es de un padre random, que bien podría hacer suya cualquiera que conviva con sus hijos adolescentes en estas fechas indoor. De repente, para ellos (y también para los adultos, claro), la tecnología se ha convertido en un asistente imprescindible para sobrellevar el día a día€ y para cumplir con las obligaciones escolares o laborales. El momento histórico sugiere que resulta que no: que no estábamos tan preparados para que este mundo virtual en el que nos hemos metido todos desde casa fluya como es debido.

Esto es: plataformas educativas que se caen, empresas con carencias importantes online, administraciones sin protocolos lo suficientemente afinados para un escenario semejante€ Bueno, es una lección que debemos aprender, y aplicar las conclusiones en consecuencia, más pronto que tarde. Pero también podemos quedarnos con lo bueno: con lo que sí que nos da ya todo el soporte tecnológico en línea al que podemos recurrir.

Conozco profesores que dicen currar más ahora, con la obligación inmediata de generar un montón de contenido e idear fórmulas para impartir clases y evaluar online. Y no es antes trabajaran poco. El mero confinamiento hace, también, que el alumnado tenga ganas de hacer lo que sea para salir del aburrimiento estanco. Incluso recibir clases. Otra perspectiva nos revela que esta generación de nativos digitales, tan ducha en el entorno smartphone con sus apps, resulta que no es tan diestra con la ofimática tradicional o los ordenadores de sobremesa. Contradicciones de la evolución tecnológica.

Pero, aparte de las clases, ¿qué podemos hacer con los adolescentes? En el caso de las redes sociales y su permanente presencia en ellas conviene no relajar la vigilancia, en especial en el caso de los pre-adolescentes. Pero también podemos aprender con ellos cómo funcionan estas plataformas. Por ejemplo, atrevernos a hacernos un perfil, preguntar€ "Oye hija, ¿cómo demonios se hace una storie de esas?"€ Quizás podamos entender algo mejor su mundo, al mismo tiempo que intentamos transmitir que cualquier perfil social debe ser seguro, preservar la privacidad que no queremos revelar y vigilar los contactos.

Y luego están los videojuegos. ¿Limitarlos por completo en estos días? No parece buena idea: todos debemos encontrar un momento que nos ilusione cada día en casa, un alivio psicológico que nos permita evadirnos eventualmente. Sí conviene definir cuándo y cuánto se puede jugar al día, evitar sesiones interminables, permitir un uso compatible con las obligaciones académicas€ y que no se secuestre el salón familiar que todos necesitamos con su televisor disponible.

Además, hay juegos que se pueden disfrutar en familia, y que incluso permiten un necesario ejercicio físico que también se puede abordar en grupo. Ya sabemos que ellos prefieren jugar en línea con sus amigos, pero igual encontramos un insospechado escape en esa consola que tanto nos pidieron en Navidad. El encierro, en general, ofrece una imprevista oportunidad de acortar esa brecha digital que separa a mayores y adolescentes: un momento para acercarnos a sus conocimientos, a su visión de la comunicación y el ocio. ¿No es interesante?

Armando L. Ojeda Contiñas. Comunicación y Educación Digital