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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Cordón sanitario contra el odio

La idea de que una red social como Facebook es un recipiente sin fondo en el que cabe de todo parece que ha alcanzado un límite moral, impuesto, paradójicamente, por el propio mercado. Grandes firmas que facturan más que el presupuesto de un Estado como España quieren establecer un cordón sanitario frente al discurso del odio. En un gota a gota han empezado a retirar su publicidad por la influencia negativa que los mensajes racistas, sexistas o ultraderechosos tienen en su cartera de clientes. Hablando en plata, un anuncio en el imperio de Mark Zuckerberg no es compatible con el comprador de una moto último modelo o de un pantalón vaquero de diseño. Este sería una parte del entramado que le está haciendo perder dinero a chorros a Facebook. Pero no es el único. El otro son las elecciones presidenciales de los EEUU y la posibilidad más que segura de que Donald Trump saque toda su artillería contra las minorías, con la utilización a destajo de fakes en favor de los republicanos. La cuestión en el alero no es otro que averiguar hasta qué punto Facebook tiene capacidad tecnológica para vetar mentiras, con la creación de un muro pedagógico que cierre el paso a los discursos del odio. En caso de no poderlo hacer, sabe que su negocio se podría ver afectado por una retirada masiva de anunciantes. Pero no es el temor más acuciante: está el territorio de los usuarios, los miles de millones que podrían irse en retirada al entender que la compañía no es capaz de frenar principios de intolerancia, ajenos a los derechos humanos, la privacidad o el honor de las personas. El cerco sobre el magnate de Facebook parece que no se va a solucionar como la última vez, que compareció ante los congresistas para explicar su estrategia para poner freno a los bulos. Logró salir airoso con el anuncio de medidas para proteger a sus usuarios, pero que ahora parecen escasas vistas en el contexto del ajuste de cuentas con la destrucción de estatuas de esclavistas, movimiento derivado de las protestas y disturbios contra el racismo por la muerte del negro George Floyd. El hecho de que un grupo de empresas marcadas por el alto consumo de sus artículos se apunten a la corriente de protesta no deja de ser un síntoma más de las vidas del capitalismo. Sus olfateadores han salido a la calle y han visto obvio apuntarse a la tendencia, aunque para ello perro tenga que comer carne de perro (de un emporio del ciberespacio). Pero todo puede ocurrir en estos tiempos.

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