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PAPEL VEGETAL

Los empresarios presionan

Dicen que el presidente de la CEO, Antonio Garamendi, no tiene pelos en la lengua, y ha vuelto a demostrarlo con su última amenaza al Gobierno de coalición elegido por la mayoría de los españoles.

"Si me ponen condiciones imposibles, podría contratar fuera del país, en Brasil, en Portugal", señala el patrono de los patronos en una clara advertencia a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para que no se pasen a la hora de regular, en beneficio del trabajador, el teletrabajo.

"El mundo es global; la digitalización es global", argumenta Garamendi, y no le falta razón: es lo que explica, entre otras cosas, la fuga de capitales, siempre en busca de mayor rentabilidad o de esos paraísos fiscales con los que los gobiernos no parecen tener muchas ganas de acabar.

El dinero efectivamente no tiene patria y puede moverse a velocidad vertiginosa de un extremo a otro del planeta, lo que no ocurre con los trabajadores, salvo que se trate de esos profesionales altamente cualificados que se comunican en la empresa siempre en inglés, aunque sean españoles o franceses.

A muchos empresarios, y Garamendi parece ser una buena muestra, a juzgar por sus palabras, no les importa de dónde sean sus empleados: lo único que les preocupa es rebajar costes salariales y que el Gobierno les ponga las menores trabajas posibles para poder así aumentar su margen de beneficios.

Lo que no parece habérsele ocurrido, sin embargo, al presidente de la CEOE es dónde van a vender sus productos todos esos empresarios si contratan a los de fuera mientras aumenta el paro dentro. Más sentido común habría que recomendarle a quien, como Garamendi, pide al Gobierno "más mesura".

En sectores de la producción distintos de ese teletrabajo cuyas ventajas, sobre todo para el empresariado, se han puesto de manifiesto durante la actual pandemia, vemos también estos días en Alemania, pero ocurre también en otras partes, qué consecuencias tiene la desregulación laboral que tanto parece gustarles a algunos.

Empresas cárnicas de ese país han subcontratado a mano de obra inmigrante de países de sueldos miserables como Rumanía o Bulgaria - en España su equivalente sería la procedente de Marruecos- a la que ha estado sometiendo a condiciones de explotación que no toleraría ningún trabajador nacional.

Y ¿cuál es el resultado para la sociedad de ese nuevo esclavismo? Nuevos brotes epidémicos debido tanto a las nada higiénicas condiciones en que trabajan esos extranjeros, sin poder respetar la "distancia social" recomendada- como al hacinamiento en las habitaciones que a precios claramente abusivos les alquilan las mismas subcontratas.

Desde que, para alegría sobre todo de los ciudadanos del este de Europa, cayó el muro de Berlín, el capitalismo campa en todas partes por sus respetos sin que los gobiernos , por progresistas que se proclamen, se atrevan a ponerle coto.

Lo vemos en el miedo a aumentar la fiscalidad a las grandes fortunas, que encuentran siempre aquí quien las defienda: desde el Banco de España, que se dice independiente, pero parece trabajar sólo para los empresarios, hasta la mayoría de los medios de comunicación.

El argumento esgrimido por unos y otros es siempre el mismo: el dinero no huele, no conoce fronteras y va allí donde es bienvenido. ¡Ahórrenos los patrioterismos! En eso, al menos hay que reconocerlo, el presidente de la CEOE ha sido más claro que algunos partidos.

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