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En la bañera con Arquímedes

Cuentan que el sabio exclamó "eureka" al descubrir el principio fundamental de la hidrostática mientras estaba en la bañera. La intuición le llegó en un instante de alivio personal y cuando había apartado de sí las preocupaciones del día. Seguramente, al verse colmados sus deseos, debió esbozar una sonrisa inteligente por las implicaciones del hallazgo. Hará falta algo semejante para que en España se arregle el problema de la selectividad, puesto que, lejos de una pronta solución, parece enquistarse.

No me imagino a los actuales responsables de Educación y Universidades, Isabel Celaá y Manuel Castells, dispuestos a entrar en una tinaja, como se dijo que hizo Descartes, ni menos aún a compartir un espacio tan íntimo, aunque les prometieran que con tal acción estaría más cerca la vía de arreglo. Bromas a un lado, sobre el problema de la desigualdad de acceso de unos estudiantes con respecto a otros, flagrante a la luz de los datos, se pueden adoptar diferentes posturas.

La más habitual es la que ignora la situación, si bien algunos optan por maquillar los hechos al calor del sesgo nacionalista o la posible afrenta a los hijos de la tierra. Sin embargo, se está imponiendo una tercera, quizás la peor de todas, porque responde con el insulto o el desprecio. Hay voces que califican de batatas a los críticos con el sistema, en el caso de que estos residan en las Islas, mientras que, si lo hacen en la Península, pasan a ser los godos de toda la vida. Y ni lo uno ni lo otro. La respuesta al desafío de un procedimiento selectivo paritario para el conjunto del territorio nacional debe evitar estos exabruptos, so pena de enfangar, aún más, la dinámica escolar.

Tal vez el momento histórico que se vive no sea el más oportuno para dar con la solución definitiva, pero, quién sabe, al igual que Arquímedes, que dio lo mejor de sí en una época de conflictos armados, habrá alguien que se sobreponga a los acontecimientos y enfrente de una vez la resolución del desajuste que evidencian las estadísticas oficiales.

El descubrimiento, sin ser del mismo calado que el del griego, estaría a la altura de una nación que espera desde hace décadas a la racionalización de la selectividad. Ojalá sea así y que, más temprano que tarde, lo veamos. Será entonces cuando la sonrisa de Arquímedes mudará en la sonrisa de todo un pueblo, y sin haber pasado por la bañera, o quizás sea eso lo que se necesite.

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