La Provincia - Diario de Las Palmas

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TROPEZONES

Breverías 78

Quizás el aspecto más lacerante de la terrible pandemia del Covid sea la cantidad de fallecidos que se fueron en la más absoluta soledad. No sólo era el sentimiento de orfandad de los familiares al negárseles despedirse, sino el no poder escuchar el agonizante un reconfortante "te queremos", el postrero nexo con la vida, la única garantía de permanencia en ella momentos antes de iniciar tan incierto viaje.

Thornton Wilder lo expresaba mejor que nadie:" hay una tierra de los vivos y una tierra de los muertos y el puente es el amor, lo único que sobrevive. lo único que tiene sentido".

No dejan de asombrarnos los inimaginables recursos de las nuevas tecnologías, y los insospechados mundos que se nos abren....o las ilusiones que se nos cierran.

En nuestro destino de veraneo, alejada del pueblo, se entrevé una impresionante mansión, oculta por unos espesos setos circundantes que permiten imaginar los frondosos jardines de un exuberante parque. Al no poder acceder a tan inexpugnable castillo para descubrir la inaccesible selva, me pregunta mi nieto que por qué no busco en google. Así que embargado por cierta trepidación, me decidí acudir a "google earth" para contemplar, como un aventajado voyeur, las maravillas prohibidas a miradas forasteras. Nunca lo hiciera. La mansión era importante pero algo ajada, como un castillo de Disney venido a menos. Pero el presunto jardín no era sino un solar inhóspito, un descampado habitado por montones de escombros como islotes flotando en una vegetación rala y descuidada.

En mis vuelos de parapente he descubierto acantilados, haciendas escondidas en la espesura de los pinares y he percibido sensaciones reservadas a los pájaros, ignoradas por la mayoría de los mortales. Hasta que los omnipresentes drones han puesto al alcance de los televidentes calentadores de sofás toda esa magia que yo creía atesorada en exclusiva y para siempre en lo más profundo de mi ser.

Aunque no se me ocurriría presumir de unos conocimientos enológicos, que a decir verdad no van mucho más allá de diferenciar un vino joven de un reserva, me divierte el juego de somelier de paladear por ejemplo un crianza, tratando de adivinar o inventarme directamente toda una panoplia de los recónditos aromas que en el mismo habitan, desde el regaliz o la vainilla hasta la frambuesa u otras trazas frutales.

Pues va ser que pronto me van a hurtar también este tipo de ensoñaciones. En California se está experimentando ya con la elaboración de vinos sin uva, a base de agua, alcohol y una serie de oligoelementos "robados" del análisis de variedades reconocidas, sometiendo por ejemplo a un Cabernet Sauvignon a procesos de cromatografía líquida y gaseosa y espectrometría de masas, con lo que ya se está rozando la clonación en laboratorio y a la carta de cualquier vino clásico. Y ni siquiera podré comentar girando el mosto en mi copa: "desde luego que destaca su carácter joven", pues hasta los procesos de envejecimiento artificial permitirán reseñar en la etiqueta los años de barrica virtual. ¡Puaf!

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