La Provincia - Diario de Las Palmas

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Punto de vista

El robot

Hace años las fábricas eran menos eficientes, quizás más sucias, pero tremendamente solidarias. No había que buscar en internet el significado de palabras que hoy parecen olvidadas, como dignidad, honor o la propia honestidad. Antes del robot, los hijos sabían lo que estaba prohibido, distinguían el bien del mal sin necesidad de un coach ni nada parecido. Antes del robot, la enfermedad se sudaba en el interior de una casa, mientras que ahora se traslada al índice de búsquedas y comentarios de San Google. Antes querías conocer la realidad de las cosas, salir ahí fuera y demostrar que podías enfrentarte a la vida. Lo llamabas madurez. En cambio, con el robot y su civilización de las máquinas y el software, el hombre vive en una eterna adolescencia frente a la pantalla.

No hace tanto el profesor miraba a los ojos a los alumnos y esperaba el brote de la inteligencia. Ahora, la chispa es la de la fuente de alimentación del ordenador, suplente del argumento y la curiosidad. Antes del robot, los chicos vivían en comunidad, se divertían o se peleaban, pero siempre al calor de los compañeros de juego. Ahora, la compañía se la brinda Microsoft, Intel o Apple. Antes de los teclados robotizados, la vida se ofrecía con mayúsculas; ahora, sin embargo, están prohibidas las capitales porque, según el código, cualquier letra de ese tipo es una agresión directa al interlocutor. Antes del robot, enseñar era un juego maravilloso. Y, sin embargo, con la aparición de la máquina educativa se producirá, por fin, la definitiva desconexión del alumno y el profesor.

No sé qué es peor, si el hablar a una máquina, creyendo que te entiende, o la expresa invitación a la soledad compartida que genera la nueva civilización del robot. Me agrada que el chico no se desprenda del hilo que le une a sus iguales, pero, por otra parte, me pongo a pensar y siento que un intenso escalofrío recorre mi espalda. ¿Es esto lo que tienen en mente los chiripitifláuticos que defienden la hiperaula del mañana o, por el contrario, no les parece que se asemeja más a las cabinas de los hoteles ataúd de Japón? Desde luego, los niños están unos junto a otros, pero lo que es comunicación y humanidad no se ve por ningún lado, pese a que las pantallas sean omnipresentes. Antes del robot, educar era salir al encuentro de lo mejor del ser humano, de su progreso cierto como persona. Con la llegada de la máquina que enseña, ¿nos quedaremos sólo con el santo grial del progreso y olvidaremos al hombre que lo hace posible? Únicamente puedo decir que ojalá fuera una pregunta retórica.

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