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Elizabeth López Caballero

El lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

Los entresijos de la psique

El otro día quedé para tomarme un café con una compañera de psicología y, como es de esperar, al final siempre acabamos hablando de lo mismo. Ella está ahora en un proceso de investigación sobre las fases del sueño y la relación que hay entre las emociones y el insomnio. También tiene cierta curiosidad por los mensajes que nos envía nuestro subconsciente a través de los sueños y, aunque no le parece científico y asume su "falta de criterio", está segura de que son mensajes que nos ayudarían a entender ciertos comportamientos que tenemos durante nuestro día a día e, incluso, a identificar patrones conductuales que repetimos. Estuvimos de acuerdo y en desacuerdo en algunos puntos pero, como siempre, las conversaciones/debates con ella son enriquecedoras. Ese día llegué a casa y reproduje la tertulia, junto a una copa de vino, con mi marido. Él, hombre escéptico donde los haya, no se creyó ni una palabra. "Lo de las fases del sueño, sí", me dijo. "Lo de los mensajes ocultos, no", concluyó. Me fui a la cama con el runrún de la plática e intenté distraerme antes de dormir con la lectura de La intérprete de cuerpos. Pasé la noche en un duermevela y con pesadillas extrañas hasta que desperté de una que me dejó en estado de shock. Moría. En el sueño moría con cuarenta y tres años. Pude ver mi muerte -aunque no me quedó del todo clara la causa- y mi funeral. Yo vagaba, cual alma en pena, alrededor de mis seres queridos mientras los consolaba pero, obviamente, ellos no podían verme. Por la mañana aún recordaba esa escena y ni la ducha fría matutina espantó el mal fario. Debí hipnotizarme con las vueltas que le di al café al revolverlo porque no vi entrar a mi marido a la cocina: "¿Una mala noche?", yo sonreí. Me guardé mi sueño porque sabía cuál iba a ser su respuesta: "Que si me estaba sugestionando". "Que eso es por darle vueltas a la cabeza"? A ver, miedo a morir tenemos todos, o yo al menos, pero ¿justo a los cuarenta y tres años? Llamé a mi amiga y le narré lo sucedido. Su silencio al otro lado me exasperó. ¿Estaría pensando que era un sueño premonitorio? "Bueno, quizá te esté reflejando uno de tus miedos. Casualmente vas a abandonar los treinta y cuatro años, de lo que llevas quejándote varios días, tal vez, los números en el sueño estuvieran invertidos y sea una muerte metafórica". Y se quedó tan tranquila. Yo no supe si maldecirla o darle la razón. Ciertamente en unos días cumpliré treinta y cinco años y, en ocasiones, siento que la vida está pasando demasiado rápido y que no me va a dar tiempo de hacer todo lo que me gustaría hacer. Por otro lado, no descarto que ese miedo se viera reflejado a través de un sueño, ergo, no puedo obviar que seguro que también hubo algo de sugestión por el tema de conversación que mantuvimos aquella tarde. Lo que me queda claro es que la psique es algo tan (des)conocido que cada vez me apasiona más descubrir cómo funcionan sus entresijos, aunque creo que es algo que no sabremos nunca del todo.

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