La Provincia - Diario de Las Palmas

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PUNTO DE VISTA

Ahora Nantes

No será la primera vez que la catedral de Nantes, tras la visita extemporánea del fuego, logre resucitar, como el ave fénix, de sus propias cenizas. En aquella joya gótica nacen y convergen las calles que configuran la ciudad portuaria del Loira Atlántico, en la que, en el siglo XIX, un adolescente, que quería ser marino, soñaba con inauditos mundos futuros: Julio Verne. Y cuando, con el paso de los años, y habiendo alcanzado ya fama como escritor, tuvo que pronunciarse acerca de cuáles eran sus ideas religiosas, el autor de los fabulosos libros de aventuras y de ciencia ficción confesó: "Siendo bretón, soy, por razón, por razonamientos y por tradición familiar, cristiano y católico romano". El trasfondo cristiano en las obras de Julio Verne se muestra veladamente, porque lo que se aprecia a primera vista es su interés por la geografía, los viajes, los inventos, los artilugios, los dispositivos, las máquinas y todo eso que ha contribuido a que se le haya otorgado el título de "profeta" de los tiempos modernos. Pero ya este mismo hecho es significativo, porque, como se ve, se ha recurrido a una categoría bíblica medular para referirse a él: la de la profecía. Y es que, en sus relatos pre-dijo cosas que luego se cumplieron en cierta manera, pero no porque las hubiera pre-visto o adivinado, sino porque llegó a darse en él una moción sui generis: la de la inspiración durante la redacción, y sin que por ello haya que pensar en una acción directa de Dios como la que tuvo lugar en el profeta Jeremías. O tal vez sí, pues lo de la inspiración en los literatos es algo que sucede en alguna parte de su interior allende la genialidad. Y es que, en la producción escrita de Verne, se deja ver el rastro de una teología de la creación, en la que el universo, la tierra, las realizaciones humanas y el progreso son realidades que aparecen pensadas y descritas desde una perspectiva eminentemente católica.

No sé si alguien lo ha hecho ya, aunque imagino que sí, pero el cotejo de las obras de Julio Verne con la constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II podría ser objeto de un trabajo para la obtención de los grados de licenciado o doctor en Teología. "Soy? por tradición familiar, cristiano y católico romano", escribió Verne en una carta. Sus padres eran creyentes practicantes y participaban activamente en las actividades de la Basílica de San Nicolás, en Nantes. Enviaron a su hijo a estudiar a un colegio religioso, el Saint Stanislas, primero, y al Seminario menor, después, así que el suelo en el que tenía hincadas sus raíces era, como él mismo confesó, el de la fe acendrada de los bretones. Luego dejó de frecuentar la Iglesia, pero lo que recibió de la familia y de su entorno social, en el orden religioso, no se borró en él jamás. En alguna parte he leído que le fueron administrados los últimos sacramentos antes de morir. La fe y la vida de las parroquias de Nantes giraba, y gira, en torno al primer templo de la diócesis, la catedral, que hemos visto arder, el sábado de la semana pasada, con enorme angustia. El incendio ha provocado una gran desolación en el ánimo, no solo de los católicos, sino también de la sociedad francesa en general, como ha manifestado el portavoz de la Conferencia Episcopal del país vecino, quien ha dicho a propósito de lo sucedido en tan emblemático lugar: "A imagen de lo que ya se había vivido ante Notre Dame de París, cuando el fuego se apodera de un lugar tan fuertemente simbólico y espiritual, el impacto que se produce sobrepasa lo meramente material, pues se ve afectado un bien que, por encima del valor de las piedras, es patrimonio de la humanidad".

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