En la mañana de ayer, en medio del pleno parlamentario, Román Rodríguez se levantó del banco azul y se dirigió al escaño de Casimiro Curbelo, ambos con mascarillas, y sin ningún prolegómeno se sentó a su lado y comenzaron a hablar. Las relaciones entre ambos nunca han sido demasiado buenas. A Rodríguez le encanta decir -sobre todo si le escucha Ángel Víctor Torres- que en política se puede soportar cualquier actitud, salvo la insaciabilidad. Y a su juicio Curbelo es insaciable. No solo por lo que pide, sino por su insistencia en influir en la estrategia del Gobierno autonómico, sea en sus relaciones con Madrid, sea en su interacción con determinados grupos empresariales. Pero algo ha cambiado. Al menos formalmente. Nueva Canarias y la Agrupación Socialista Gomera han cerrado un acuerdo para gobernar el municipio de Valle Gran Rey expulsando a los socialistas.

El concejal de Nueva Canarias, Ángel Piñera, será el alcalde de Valle Gran Rey con el apoyo de ASG. Piñera proviene de Coalición Canaria, y gobernó como coalicionero en el pasado mandato municipal, pero se embroncó con la organización, y allí estuvo Román Rodríguez para ficharlo instantáneamente: es un viejo hábito de Nueva Canarias no hacerle ascos a nada si eso supone conseguir representación en alguna institución pública. Lo más enternecedor de la moción de censura es, precisamente, el delicado silencio de los socialistas. Este movimiento viene comentándose hace muchas semanas en toda La Gomera, pero el PSOE local no habla de pandemia, de situación excepcional y traición a los vecinos o de crasos intereses personales, como ocurre con sus compañeros chicharreros.

Ángel Víctor Torres y la dirección del PSOE no van a hacer bulla y clamor por Valle Gran Rey porque, a pesar de la importancia política y electoral de la plaza, la prioridad es la estabilidad del Gobierno regional. Tal vez un día - no es nada improbable- se rompa el pacto regional, pero todavía no ha llegado el momento. Por un motivo similar, Torres castiga sin mayor pudor al PSOE tinerfeño - Pedro Martín es incapaz de levantar la cabeza del suelo del ring y cede absolutamente en todo - y no será un cómplice especialmente activo de Patricia Hernández en su estrategia de lagunizar el ayuntamiento de Santa Cruz y declarar una guerra incivil a Coalición Canaria en la corporación y en los juzgados. Torres necesita tener contenta a su propia gente: para ser generoso con Tenerife siempre habrá tiempo. Y al mismo tiempo no pierde de vista que un día -en esta legislatura o, lo que es más tolerable, en la próxima- CC sea un socio menor tolerable en un Gobierno porque, ¿qué motivo tiene el PSOE de unir su destino durante una década con NC, su principal adversario electoral en Gran Canaria?

Por eso no ocurrirá nada porque el bueno de Piñera sea el alcalde y los de Casimiro Curbelo gestionen, de facto, otro ayuntamiento en La Gomera, y que, de paso, Sí se puede sea expulsada a las tinieblas exteriores. Ángel Víctor Torres es un hombre paciente. Está cansado, ciertamente, pero es un líder construido a base de paciencia, cuando otros están construidos a base de palabras, heroísmo, postureo. Torres el Breve calla, admite lo inevitable, lo convierte en combustible para el futuro, sacrifica piezas y a la vez afianza posiciones frente a su propia gente y a Moncloa.