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Reflexión

Los políticos son unos mediocres, eso dicen

Es una frase agobiante y repetida mil veces, sin que yo la comparta en su rotundidad. Hay en la clase política una variopinta paleta de personajes. Pero a veces se convocan oposiciones a mediocres y es cierto que muchos políticos se presentan y recibe una buena calificación. Sucede con frecuencia.

Porque mediocre es no saber reconocer las oportunidades que se presentan. Acaso porque no reconocen la oportunidad o porque prefieren no conocerla sabedores que no la van a poder gestionar con éxito. Conscientes de que les falta creatividad para llevar a buen puerto, que de eso voy a extenderme, de puertos, una gran oportunidad.

Aparte están los intereses creados. Y aquí no acuso a los políticos mediocres de compartir intereses, porque ahora la posición preferida es la de ponerse de perfil. Porque no saben desmontar esos intereses aunque esos intereses tengan la reputación de espurios. Aparece entonces el miedo escénico. Falta el vitamínico elemento de la ambición.

Porque siguiendo al sabio inglés del siglo dieciocho Samuel Johnson desde su biografía de dos mil páginas en papel biblia, esa pulsión de la ambición comporta un progreso hacia la mejora, hacer más cosas y hacerlas mejor.

Hace pocos días detuvieron a la cúpula de la Autoridad Portuaria de Baleares. El sumidero no daba para más. Llevaban los investigadores años detrás de los privilegios de los gestores del Club Náutico de Ibiza a quienes prorrogaron su derecho concesional una y otra vez amparándose en un pliego regulador del concurso que otorgaba la mayor carga de la puntuación al arraigo social. La gran patada en el trasero al derecho a la libre competencia, principio sacrosanto de la Europa en la que hemos aceptado convivir y competir. Calificar el arraigo social como mérito para gestionar una instalación náutica, era una mezcla de fantasía, caradura y fruto de una atenta lectura de las memorias de Woody Allen.

Hay una doctrina consolidada de que los puertos deportivos españoles dados en concesión antes de 1.988 vieron finalizar sus derechos concesionales en el año 2.018. Canarias hace el Tancredo. Cataluña se tira al monte y promulga una Ley de Puertos franquista que les prorroga sus derechos a los catalanes de toda la vida. A los que tengan arraigo social. A los Trías, que es como según Puyol decía, había que llamarse en Cataluña para prosperar.

Pongamos que hablamos del turismo y de las oportunidades perdidas. Hace años concurrió gran caudal de entusiasmo en el Consorcio Turístico de Maspalomas, que iba a remodelar el obsoleto producto que era hace veinte años la planta hotelera del sur grancanario. Tras un inicio esperanzador, pasaron por allí presidentes y gerentes de segunda mano y al final todo se redujo a unos kioskos de playa y algunas calles que pasaron del asfalto al adoquín. Veredicto: mediocridad consumada sostenida en el tiempo. Condena: confinarlos a otro puestito o acogida en lista electoral. La empresa privada tuvo mejor comportamiento y solo a ellos se debe la mejora relativa pero real del destino turístico.

Ahora tiene el Gobierno de Canarias la posibilidad de activar el plan más ambicioso y creativo al que pueda aspirar algunos frentes marítimos. Dando por caducadas como exige la ley las concesiones de los puertos deportivos, se pueden recibir ofertas de nuevos aspirantes a gestionar ese dominio público, concurriendo en la condición de los nuevos licitadores la de ser recipiendarios de una doble condición: tienen el dinero y saben invertirlo. Pueden reformar muchos frentes marítimos hoy lindando con la obsolescencia e incluso con la ruina. Y van a crear riqueza. Riqueza de alto efecto multiplicador. El mayor plan de mejora del turismo al que podemos aspirar. A coste cero.

Dependerá del acumen de los pliegos de condiciones que hagan el efecto llamada a esas innovadoras inversiones. Acumen, señor político que puede quedar aludido por este artículo, le ahorro Wikipedia, es un juicio rápido y perspicaz.

Quizá en Cataluña sean igual de mediocres pero son más atrevidos. Se atrevieron a legislar que en esos frentes marítimos podrían ubicarse incluso hoteles. Lo recurrirá el Estado, pero lo intentaron. Como no van a poder hacerlo si los que lo hicieron son independentistas. Se atreven con todo. Escondidos detrás de un sentimiento incluso noble de carácter independentista que anida en parte de la sociedad catalana, esos Torras y Rufianes no son mediocres: son unos caraduras. Pero eso no, que no nos obliguen a elegir entre unos y otros.

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