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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

El método zigzag

Siempre que las noticias malas caen en cascada, como ocurrió ayer con el PIB o con los resultados de grandes corporaciones financieras, lo mejor es acudir al método, que en realidad no es uno solo, aunque tenga la misma raíz de origen. Una vez, en pleno dramatis del confinamiento, conté aquí lo feliz que fui al observar la caída de la luz del mediodía sobre el frutero de la mesa de la cocina. El resplandor de la piel de las frutas me trasladó de espacio: quizás la pinacoteca de un país extranjero con bodegones de pintores que convierten en abundante lo escaso. Hacer un zigzag a la profusión de dificultades debería ser, en estos momentos, un conocimiento clave, mucho más que la cartilla de inmunizados de Ayuso. Otro ejemplo: me encuentro con el responsable de prensa del Festival de Ópera, lleno de entusiamo y fervor positivista. Y de pronto me veo ante un escenario sumido en ese extraño encuentro entre la voz y el espectáculo. No sé si será así en breve, pero por unos minutos desaparece el poderoso influjo de la pandemia y sus redes arteriales. Un librero de toda la vida, educado por su padre entre estanterías y títulos, me llama para hablar del poscovid. Nos deseamos suerte, pero también, en plena conversación, he visto un párrafo, una lectura, un escritor preferido y hasta un paisaje conectado con la obra literaria, un solapamiento amigable. Ya sabemos que un país, un Estado o un presidente no pueden funcionar así, con fugas continuas de la realidad. El otro día leí en este periódico una entrevista muy lastimera de Ángel Víctor Torres, que lograba transmitir al lector su delicado momento emocional ante el cúmulo de desgracias que vienen entrando y saliendo desde que empezó su esforzado mandato. Una autoflagelación que, en su caso, sustituiría por unas pequeñas dosis de zigzag, las suficientes para no hacer creer a la oposición de que debe presentar una moción de censura. No sé, una evasion proveniente de su parte de filólogo e incluso de autor literario, capaz de evitar la mortificante sensación de que todo se derrumba alrededor. Llevamos meses instalados en el relato de la derrota, hundidos en la ciénaga de la tristeza. La victoria no se ha producido, ni mucho menos, pero los gobernantes no pueden olvidar que debe empezar a caminar el relato del éxito. Zigzag, mucho zigzag. Hoy tengo el frutero vacío, pero imagino los mejores días de la vida de uno con el ruido de la cafetera a punto de cuajar. Algo simple, no hace falta ir a Tiffany para saciarse.

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