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ENTRE LÍNEAS

Política 'fake', crisis real

Ahora resulta que no había comité de expertos. O sí lo había... pero de inexpertos. Vaya usted a saber. En este país nuestro nos hemos acostumbrado a que los políticos nos cuenten medias verdades o mentiras totales. Ya nada nos importa, ni nos asusta, ni nos escandaliza.

En cualquier país de una cultura democrática medianamente bien asentada en el ADN de su sociedad, las mentiras y tergiversaciones que vivimos en este país desde hace unos pocos años, ocasionaría la jubilación de toda una generación de políticos, de todo el arco ideológico.

Casi todo el mundo está de acuerdo en pensar que en España llegamos tarde a luchar contra la crisis del corona virus, perdiendo un tiempo precioso. Cuando se declaró el estado de alarma, el gobierno central concentró el poder sin medios adecuados para ello, y nos vimos sumidos en una gravísima crisis de capacidad logística, de suministros y de medios personales para actuar frente a la pandemia. Nos salvaron los héroes, no el gobierno.

Como las empresas de gran consumo cuyo marketing estudiábamos en la universidad, el gobierno se mantuvo más preocupado del envoltorio que del producto. Es decir, el gobierno se preocupó mucho más de su imagen que de los problemas de los ciudadanos. La oposición tampoco estuvo a la altura necesaria.

Pasado el estado de alarma, la gestión de los problemas sanitarios vuelve a la esfera de poder de cada autonomía. La dispersión de medidas, normas y protocolos que los gobiernos autonómicos están poniendo en marcha suponen un absurdo galimatías y una total incertidumbre para cualquier observador, amén de ser un perfecto argumento para los críticos del estado español de las autonomías.

En Europa se acaba de poner en marcha el Programa de Reconstrucción, del que España va a obtener un pellizco de 140.000 millones. Nunca sabremos si lo que el gobierno vende como un gran éxito personal (otra vez el marketing político) lo es ciertamente o no. Lo que sí es cierto es que si España tuviera un prestigio de austeridad política y administrativa, una buena imagen de productividad y de civismo social, e incluso no ser proclive a hacerles trampas a los socios europeos, en este caso digo, el resultado para España habría sido mucho mejor. No hay visos de que este o cualquier gobierno anterior hayan trabajado para que la Marca España sea mejor considerada de lo que es.

El anuncio de la no recomendación de viajes a España, por parte de los países mejores clientes turísticos españoles, y la obligación de confinamientos a la vuelta de cualquier viajero desde nuestra tierra, no ha hecho más que añadir un mazazo, que remacha sobre la situación de extrema gravedad y crisis del turismo, nuestro principal sector económico.

Canarias se ve afectada de lleno por esta crisis turística. Poco importa intentar distanciarse del resto de España. Las malas noticias nos unen al destino del resto del país, mientras que las buenas noticias propias apenas son percibidas desde lejos.

La realidad final es que España en general, y Canarias en particular, se enfrentan a una crisis económica de magnitudes sólo comparables a cualquier guerra, nacional o mundial. De nada sirve ahora el marketing político y maquillar noticias, medias verdades o totales mentiras. Si el país no se pone de un modo eficiente en marcha contra la crisis económica y el paro, la realidad nos devorará.

No sé quién decía que hay países en los que los ciudadanos votan a quien ofrece trabajo, y otros países en los que votan a quien promete subsidios. El resultado son dos sociedades totalmente distintas. En España tenemos algún grupo político que se nutre del voto de los vulnerables y desfavorecidos. Hasta aquí, todo correcto. Pero hay dos salidas. Que no haya vulnerables ni desfavorecidos, o que cuantos más pobres más votos. Importante diferencia.

Nos hemos acostumbrado a las mentiras. Las llamamos fakes. Suena mejor, casi no parecen mentiras, sólo son algo moderno. Sin embargo la crisis económica en que estamos sumidos es una verdad inapelable. Solo admite trabajo y eficiencia de toda la sociedad.

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