Hoy no encuentro nada más refrescante que escribir sobre la familia Real, sobre el Rey Emérito y su largo recorrido económico/amoroso con su amiga especial Corina Larsen, a quien el poder y los amigos acaudalados le gustan más que a una tonta una tiza. Cuesta resistirse a no meter cuchara en una historia real, un largo lío de faldas que tiene al país con la boca abierta; los más privilegiados, los tapaderas, los íntimos amigos del viejo novio conocían y callaban. Y muchos más que ya no engañan a nadie. Un monarca roto en mil pedazos.

Nunca me ha interesado su vida pero reconozco que el último tramo de la historia me tiene enganchada. La investigación periodística, es decir, los informes filtrados a la prensa amiga, menos lobos, ha dado mil vueltas. Cada día la prensa se encarga, antes no, ahora sí, de ir dejando migas de pan como hilo conductor del escándalo. Ahora con tanto excremento esparcido parece que entendemos mejor la trama, el trato despectivo que ha recibido la Reina Sofia que en este pleito real será la ganadora final por goleada.

En los palacios guardar silencio ha sido siempre un buen negocio, ahí tienen a Sofia sorda y muda. Los estudiosos del asunto han escrito que Corina y el Emérito llevaban doce años de intimidad y que el hijo de Corina tiene un sospechoso parecido con este miembro de la realeza. Lees informaciones que ocultan mucho y se nota. Las andanzas de Juanito hace tiempo que están en la calle, pero esa familia ha tenido un manto protector que la ha liberado de plumas indisciplinadas. Sabemos ahora que hubo bronca entre el Emérito y el hijo de Corina en Londres. Dicen que el enamorado le reclamó ese día a la madre del chiquillo el fleje de millones que le había regalado y que el chico le vino a decir que lo que se da no se quita.