La Provincia - Diario de Las Palmas

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Columna

El sur

Caminaba descalzo por la orilla, con la vista perdida en el horizonte, buscando la brisa que trae el alisio, acaso la huella de alguien que rompa el silencio, y allí me disponía alguna que otra cuartilla, miro las olas desconcertado, no encuentro la pluma por los bolsillos. A poco desistí convencido de la perdida, cojo todo el aire que puedo para llenar los pulmones , con ese suspiro rezumando resignación con que , a veces , hacer frente a las contrariedades que, últimamente vienen a pares.

La mañana se presentaba con unos cielos cuajados de claridades que daban luz a un entorno indescifrable . Es cierto que allí estaba el mar , como cada verano, al alcance de la mano. No podía darme cuenta de su casi infinita inmensidad , solo me conformaba en mirar como espectador ante un gran espectáculo.

Es mas sencillo leer al mar encerrado entre las paginas de un libro, a lo mas, en cualquier pantalla que nos acercase a los misteriosos mares del sur con que soñaba cuando era niño. También me gusta el mar en la novela de aventuras , porque en ellas aparece cuando menos se lo espera, con fondo de piratas y tesoros. Asoma con frecuencia en las paginas impares, que son las que tienen un horizonte mas dilatado porque no rompe al volver la hoja, para desaparecer en pocas lineas , como lo hace la espuma cuando se filtra, dejando en la mirada del lector un regusto salado.

Pero el mar que ahora tenia ante mi, era solo la disculpa, lo abstracto , lo que me traía a la memoria aquellos recuerdos que ahora me incitaban a escribir estas lineas

Era un mar abierto, como lo que han sido las gentes de esta tierra, sin limites , como el de la epopeya Hesperida de mi buen amigo Justo J. Padron , irrumpiendo tierra adentro, hacia las cumbres , formando junto a ellas una suave plaza de tormenta petrificada.

Así este mar improvisado entre palmeras y pinos , luchando a cada marea por abrirse paso para refrescar naturaleza tan polvorienta.

Miro de nuevo las olas , que ahora parecen plegadas de cuerpos embravecidos , que con el ir y venir de las aguas me hacían recordar los vaivenes de la vida . Era un elemento extraño, agresivo, cargado de misterio.

Ya de regreso, la naturaleza se torna de nuevo su esplendor , no había dudas. Siempre me sentí complice del océano. Siempre me sentí atraído por su mágica e irresistible llamada. Aquello, lo que veía, no era sino parte de mi mundo. La otra habría que soñarla.

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