Esto quedará. No es necesario utilizar el No-Do como metáfora, porque la imagen es No-Do puro: Ángel Víctor Torres, Carolina Darias y Dolores Corujo entregándole un timple al presidente Pedro Sánchez. Ni siquiera se molestaron en regalarle un libro, no sé, Crimen de Agustín Espinosa o la Historia de Canarias de Viera y Clavijo o la poesía de Luis Feria. ¿No era el jefe del Gobierno canario profesor de Literatura? Pero esto. Un timple. Es lo mismo que le regalaron a Manuel Fraga Iribarne en una visita a las islas cuando era ministro de Información y Turismo. Es tan casposo. Tan patético y babieca. Tan viejuno e innecesario. Porque, para empezar, ¿por qué debe regalarse nada a Sánchez? ¿Por qué obsequiarle cualquier cosa a alguien que no te regala cinco minutos de atención? Es reunión careció de cualquier contenido formal o formalizable. Fue una visita entre amigos, si eres generoso, o entre subordinados, si admites ser más realista. El presidente canario, hace dos o tres días, se mostró -quizás por primera vez - ligeramente cabreado por el obvio desprecio del Gobierno central a los problemas y dramas que genera la migración irregular africana, utilizando el archipiélago como meta volante hasta llegar a Europa. El Ministerio del Interior no admite que se le mande un solo migrante más a la Península y los que van sumándose no viven, precisamente, en las mejores condiciones. En los últimos meses quizás hayan sido más de 200 los que se ahogaron intentando llegar a nuestras costas. Sí, Torres gesticuló cinco minutos en televisión y vimos cómo se agitaba iracundo su inverosímil flequillo, pero llegó Sánchez a La Mareta y corrió con el timple y su sonrisa se abrió como una rosa. Y ya lo dijo Angelus Silesius: "La rosa es sin porqué,/ florece porque florece,/no se fija en sí misma/no pregunta si se la ve". No pregunta - en este caso -- porque ya lo sabe. Esa exhibición junto a Pedro Sánchez se agotaba en sí misma. El objetivo no era otro que las fotos. El significado de una fotografía es el uso que se le otorgue: en este caso, el propagandismo pueblerino.

¿Uno es más importante o cumple mejor su trabajo si lo fotografían sonriendo junto del presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE? No, pero, ¿y el gustirrinín del posado? Tal vez exagere, pero no están estos tiempos ni este país para semejantes cortesanías. Canarias ya se encuentra instalada en una crisis agónica que se agravará en los próximos meses. Un periodo económico de carácter excepcional que va a poner en peligro nuestra cohesión social y territorial y la misma legitimidad de la comunidad autonómica como instrumento útil para la supervivencia de los ciudadanos y las instituciones. Alrededor de 225.000 desempleados - más del 25% de larga duración - y casi 200.000 trabajadores agarrados al milagro de los ERTE, cuya prolongación hasta final de año elevaría el gasto hasta los 2.000 millones de euros. Sánchez podría dedicar cinco minutos a los canarios, junto a su presidente, para explicar lo que piensa hacer. Desde la desesperada demanda de mantener los ERE hasta el último día de diciembre hasta el compromiso de apoyar proyectos canarios que encajen en las exigencias del Next Generation y contribuyan estratégicamente a la dinamización y de la economía isleña. Cinco minutos antes de empezar sus vacaciones en el palacete. Una palabra de aliento, de apoyo, de solidaridad basada en un puñado de compromisos concretos. Pero no. Las sonrisas. La firma en el libro de visitas. Y el timple. Me gustará ver estas imágenes dentro de veinte años. Para suspirar aliviado. O estremecerme de vergüenza.