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AL AZAR

España es un inmenso botellón

La clausura del ocio nocturno, a cargo de dirigentes políticos que ya no lo usan, expulsó a los veinteañeros de las discotecas para dispersarlos por el resto del territorio en el mayor botellón de la historia. Pronto podrá recorrerse el litoral español de concentración etílica en concentración etílica, los epidemiólogos deberán resolver si esta diseminación es menos propicia que la aglomeración en grandes templos musicales para la propagación de la pandemia.

En el resumen de lo publicado, la política de multas se declara impotente para frenar la pasión juvenil de volar cerca del sol sin mascarilla. La desobediencia generalizada patentiza las dificultades de un segundo confinamiento, y demuestra que en el primer encarcelamiemnto imperó la persuasión por encima de la coacción del poder acechante, que diría Rafael Alberti. Cada fumador o cada ciudadano con sobrepeso demuestra la rebelión en público ante los benéficos axiomas sanitarios con el consiguiente gasto sanitario disparado, y la mayoría de los desafiantes son adultos responsables. De ahí que no deba preocupar tanto lo que se quiere que hagan los veinteañeros como lo que van a hacer realmente. Para empezar, no estaría de más reconocer que son víctimas y no culpables.

El estado de alarma no funcionó gracias a los uniformes desplegados junto a Fernando Simón, sino a pesar de ellos. España es ahora mismo un inmenso botellón porque la imposición de mascarillas o la hostilidad hacia el ocio nocturno parecen mecanismos para desviar la atención, sin los efectos prometidos de decrecimiento de los contagios. La insinuación de un fracaso alimenta las posturas más rígidas a favor de la disidencia, que solo pueden ser contrarrestadas ofreciendo incentivos y rindiendo resultados. Además de poner una frontera a las limitaciones, aunque más adelante deba extenderse la prohibición. En tiempos de Juan Carlos I, es superfluo precisar cómo funciona el poder abandonado a sí mismo. El mejor alimento de las fake news es la información acrítica. Con ella, ni venceréis ni convenceréis.

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