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OBSERVATORIO

La economía ha tocado fondo, pero...

La economía ya ha tocado fondo y comienza la recuperación". Así titulaba este diario una noticia publicada el martes pasado. El periodista se apoyaba en la Fedea, una prestigiosa institución de investigación económica, que en su quinto boletín de seguimiento de los efectos de la covid-19 señala que la economía "parece haber tocado ya fondo". Para sostener esa opinión se apoya en la mejora que, tras el final del confinamiento, están experimentando algunos indicadores relacionados con actividad económica, el consumo y el empleo. Aunque, precavida, advierte que es aún "incierta".

La noticia es esperanzadora. Pero me ha traído a la memoria una advertencia que en ocasión similar, a mediados de los 80, me hizo mi maestro en la Universitat de Barcelona, el profesor Fabián Estapé. En aquellos años, la economía española venía de una larga y profunda crisis que se había iniciado ya en la década anterior. Tras comprobar que algunos indicadores económicos mejoraban, entré en su despacho y le anuncié: "Profesor Estapé, la recesión ha tocado fondo". Con su proverbial ironía, me contestó: "Vale. Pues ahora vayamos con cuidado de no ponernos a escarbar".

Traigo a colación esta anécdota porque esta incipiente mejora de la economía no será sostenible por sí sola. Para no abortar, necesita apoyos. Los economistas de la Fedea mencionan algunas medidas de naturaleza económica. A mí me gustaría señalar algunas otras de naturaleza social, pero también indispensables para apoyar la recuperación.

Aunque la economía pueda haber tocado fondo, no ocurre lo mismo con el deterioro de las condiciones de vida de muchas personas. Vuelven a aumentar las personas afectadas de desempleo de larga duración y los hogares en los que no hay ningún ingreso. El daño se ceba sobre todo en los colectivos más jóvenes, que a las cicatrices de la recesión financiera del 2008 pueden añadir ahora las de esta recesión pandémica.

La buena noticia es que, a diferencia de lo ocurrido en la crisis anterior, el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez ha tenido el coraje y acierto de hacer innovaciones sociales importantes, como los ERTE, el ingreso mínimo vital y el anunciado subsidio para más de medio millón de parados sin prestación. Estas medidas son necesarias para remediar, o al menos aliviar, el dolor social. Pero también para apoyar la incipiente recesión. Esas transferencia de dinero, en la medida en que se transforman en consumo de los hogares, son como inyección en vena para la demanda de las empresas y para el empleo.

Por otro lado, aunque la recuperación ha comenzado en algunos sectores, otros permanecen varados en el fondo. Son los que necesitan que se garantice la seguridad sanitaria para tener un funcionamiento normal. Es el caso de las actividades turísticas y de ocio, pero también de las actividades agrarias que utilizan temporeros.

Los empresarios han de ser conscientes de que el covid ha modificado sus ventajas competitivas respecto a otros países. Tasas elevadas de contagio actúan sobre la demanda de turismo como un aumento de precios que desplaza la demanda hacia otros países sanitariamente más seguros. La única manera de recuperar competitividad es garantizar que somos un país sanitariamente seguro. Por esto, más que reabrir apresuradamente las actividades, los empresarios deben comprometerse individualmente y presionar a los poderes públicos para garantizar la salud. De lo contrario, no habrá recuperación.

La recuperación económica tampoco será sostenible sin reabrir de forma segura las escuelas en septiembre. Los gobiernos autonómicos se juegan en este terreno su ya deteriorado prestigio.

Pero el esfuerzo para reabrir las actividades económicas y las escuelas no será efectivo y duradero si no se aborda a la vez el principal foco de los contagios: las deficientes condiciones de vida, salubridad y vivienda en que habitan muchas personas faltas de recursos. La vivienda emerge de esta pandemia como un objetivo público fundamental para garantizar la salud pública y la recuperación económica. Además de hacer PCR a las personas, tenemos que hacerlos a las viviendas y a los barrios en los que habitan.

La salud se ha transformado en lo que los economistas llaman bienes públicos, como el alumbrado público o la policía. Si existen, benefician a todos, pero si faltan contagian y empobrecen a la sociedad en su conjunto y restan productividad a la economía. Por eso se financian públicamente. Naturalmente, invertir en salud y vivienda no es gratuito. A corto plazo, provoca déficits públicos que más tarde habrá que financiar con un aumento de los ingresos fiscales. Pero de esto hablaremos otro día.

Antón Costas. economista

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