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Papel vegetal

China no juega limpio

China no juega limpio, como la acusa sobre todo el Gobierno de Washington, pero, argumentan otros, ¿acaso no hicieron lo mismo Gran Bretaña o los propios Estados Unidos durante sus procesos acelerados de industrialización?

Occidente confiaba en que con su ingreso en la Organización Mundial del Comercio, el gigante asiático iba a abrir de par en par sus puertas al resto del mundo. Por desgracia no ha sido así: muchos sectores de su economía siguen cerrados o poniendo grandes trabas a las empresas occidentales.

La estrategia de las autoridades de Pekín es la de reforzar uno tras otro esos sectores en el enorme mercado interno para que, una vez independientes, se lancen a la conquista del mundo, lo que les será más fácil gracias a las ayudas de todo tipo que reciben del Estado.

"Cuando a un rival le regalan las instalaciones, la maquinaria y cuando, encima de eso, tiene que pagar menos que lo que debería por la energía y las materias primas que consume, está claro que está distorsionando el mercado", denuncia en el semanario Die Zeit Ulrich Ackermann, de la Asociación Alemana de Construcción de Maquinaria e Instalaciones.

Las alrededor de 167.000 empresas estatales chinas no sólo se benefician de las subvenciones públicas y la transferencias de tecnología, sino que, como denuncian sus competidores extranjeros, retrasan meses el pago de sus facturas o reutilizan las veces que quieren sus licencias de software sin que las empresas occidentales se atrevan a rechistar, critica la revista.

Los alemanes, que han sido siempre grandes exportadores de maquinaria a ese país, ven ahora cómo China está creciendo de forma cada vez más autónoma en ese sector sin tener que recurrir como hasta hace poco a la alta tecnología made in Germany.

Cada vez les resulta más difícil a los exportadores alemanes de máquinas herramientas vender allí porque si antes los clientes chinos podían importar esos productos libres de aranceles si no existía en el propio país nada equivalente, ya no es así.

El resultado es que los chinos son cada vez más fuertes en ese sector clave hasta el punto de que ocupan ya el segundo lugar entre los exportadores y en EEUU han desplazado incluso a Alemania del primer puesto.

Algo parecido ocurre, según medios germanos, en otros sectores como puede ser el de cosmética y perfumería, donde crece la demanda de productos fabricados en el propio país. Ya no es como antes, cuando al consumidor chino le parecía siempre mejor lo que llegaba de fuera.

Los exportadores alemanes están especialmente preocupados porque China es para ellos un mercado enorme. Así, por ejemplo, el año pasado el fabricante automovilístico VW vendió allí 4,2 millones de vehículos de un total mundial de 11 millones. La industria alemana exportó a China mercancías por un valor de 96.000 millones de euros.

Las que más difícil lo tienen en este momento, sobre todo después del estallido de la pandemia, son las empresas exportadoras medianas o pequeñas, que ven con preocupación cómo China se les cierra cada vez más. Desde que Xi Jinping llegó en 2013 a la presidencia china, el Partido Comunista persigue dos grandes objetivos: el control económico absoluto y la independencia del exterior.

Dos años después de que Xi asumiera el cargo, China anunció su intención de convertirse en líder mundial en el sector de las tecnologías de futuro y conquistar el mercado mundial. Y ese proceso continúa de forma acelerada a despecho de o tal vez debido a la declaración de guerra estadounidense a Huawei.

Las más de 5.000 empresas alemanas con presencia en aquel país temen la creciente competencia de sus rivales chinos, que están demostrando ser cada vez más innovadores y pueden poco a poco ir desplazando del mercado a sus rivales extranjeros.

La Cámara Europea de Comercio en China ha elaborado un manual de denuncias de ataques a la libre competencia por parte de las empresas de aquel país: quejas de sectores como la construcción o las telecomunicaciones, pero que también incluyen a los bufetes de abogados.

Éstos no pueden representar directamente a sus clientes en los tribunales chinos, sino que sólo pueden actuar como asesores, limitación que se aplica también a los ciudadanos de ese país que trabajen para ellos.

La Unión Europea lleva años tratando de llegar a un acuerdo con China sobre inversiones y Alemania, que ocupa actualmente el semestre de presidencia de los 27, quiere acelerar las negociaciones para conseguir mejorar las condiciones de competencia que se encuentran allí sus empresas.

Pero es difícil. Como declara a Die Zeit la abogada muniquesa Sabine Strikerkellerer, China no tiene intención alguna de modificar la estructura de sus empresas estatales ni tampoco el actual sistema de subvenciones directas o indirectas. Cuando el país acepta abrirse, será sólo cuando tenga la garantía de que no se verán afectadas sus empresas.

Mientras tanto, el país asiático no deja de aplicar nuevas normas reguladoras nacionales que complican extraordinariamente los trámites burocráticos que tienen que cumplir las empresas extranjeras. ¡Una auténtica pesadilla!

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