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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Desmoronarse en pandemia

Los okupas ilustrados o asesorados refuerzan la idea de que la Administración no es un ser marmóreo, sin fugas. He leído con atención las noticias y análisis sobre el ventajismo de los okupas frente a los dueños de las casas, que ven convertidos su empadronamiento, escritura pública y registro de la propiedad en pura miseria de la filosofía gracias a un cambio de cilindro de la cerradura por el asaltante. Me he preguntado si se trata del desmoronamiento de las estructuras debido a la pandemia, el final del orden como lo entendíamos hasta ahora. ¿Podemos, el socio de Sánchez, apoya esta especie de expropiación popular sin justiprecio ni indemnización? Es cierto que hay mucho inmueble abandonado en las ciudades, pero su utilización para cubrir el derecho constitucional a un techo habrá que hacerlo con la ley en la mano. El asunto ahora es que una casa temporalmente vacía puede ser okupada por una familia o individuos que piden dinero a cambio de marcharse, o bien los tendrás que forzar a ello por vía judicial -unos años- después de que hayan aligerado la despensa, vendido electrodomésticos y usado el vestidor. Por si sirve de ayuda, lo mejor es tener un perro detrás de la puerta. Y que a nadie se le ocurra entrar a la fuerza para expulsar a los asaltantes: puede acabar en un buen embrollo judicial o con los huesos en la cárcel. Podría ser el argumento de una buena novela kafkiana, pero sucede en este país, donde la mayor parte de la población emplea más de la mitad del sueldo en pagar una casa tras hipotecarse. La inacción de los gobiernos para desmontar el tinglado del ladrillo y la usura de los bancos nos ha llevado a esta estrafalaria situación. Ya no vale con darle dos vueltas a la cerradura cuando se va el fin de semana, sino que hay que decirle a un vecino que le eche un ojo y le encienda la luces. Este tipo de galimatías son el mejor alimento para aumentar el voto de la ultraderecha. Hemos visto florecer todo tipo de picaresca. No piense en famélicos o desharrapados, son auténticas mafias especializadas en enredar los procedimientos judiciales para alargar el momento del desahucio. Dicen que es el fenómeno estrella en estos meses de pandemia, aunque también están los robos en cuentas corrientes por piratas informáticos, cuyos importes escamoteados tardan hasta dos meses en ser devueltos por la entidad bancaria al afectado. La verdad es que uno se queda estupefacto. ¿Habrá que tapiar ventanas y esconder el dinero debajo del colchón?

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