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Elizabeth López Caballero

EL LÁPIZ DE LA LUNA

Elizabeth López Caballero

Verde que te quiero verde? Y azul

Quiero pedirles disculpas por la ironía de este artículo pero cuando las decisiones que se toman desde algún despacho perjudican a los ciudadanos me vuelvo un poco ácida. Tan ácida como un plato de melón troceado que dejas al sol en la terraza a mediodía en agosto. Ustedes me entienden, ¿verdad? Vivo en el barrio de Arenales, cerca de la Facultad de Ciencias de la Educación y casi todos los aparcamientos de las calles de mi alrededor son azules o verdes. O sea, de pago. Los verdes cuestan un euro la hora y pasado ese tiempo no puedes volver a aparcar en esa zona (salvo los residentes que tienen tarifas especiales). Los azules cuestan sesenta y cinco céntimos la hora pero puedes renovarlo cuantas veces necesites. Vamos, que como vivas fuera de la ciudad y tengas que venir a lo que sea, el aparcamiento te cuesta un riñón. Para evitar ese derroche todo el mundo tenía sus trucos, por ejemplo dar vueltas y vueltas hasta conseguir un hueco en las calles "incoloras": Ángel Guimerá, Suárez Naranjo, Galo Ponte, Plaza de Perón. Esas en el barrio de Arenales, supongo que en otros barrios habrá más. Oiga, y qué alivio se siente cuando llegas y te encuentras con algún aparcamiento en el que no tienes que pagar por dejar el coche en la calle. Algún placer tiene que tener uno, ¡claro qué sí! Hasta que en un despacho se decide que ya está bien de darles el gusto a los ciudadanos que no son más que unos caprichosos y unos quejicas y, entonces, con su varita mágica hacen ¡puff!, y convierten en verde que te quiero verde -y azul- los pocos aparcamientos sin coste económico que quedaban. ¿Ahora? ¿En serio? ¿En medio de una pandemia donde la mayoría de la gente está en el paro o en un ERTE? ¿No podían esperar un poco a que las cosas estuviesen más "calmadas"? Pues no, no pueden. Igual que tú no puedes demorarte en poner la ensaladilla rusa en la nevera para que no se pique la mayonesa con el calor. De verdad que estoy cansada de los abusos. Además me había prometido no hablar de política, esa que me gustaba tanto antes de descubrir que poco para el pueblo y mucho para el que manda. No siempre pueden perder los mismos. El otro día me comentaba una vecina que la gente estaba muy irascible. Que iba por la calle y solo se encontraba gente enfadada o con caras largas. Le dije que cada uno de nosotros está lidiando con sus monstruos y que cargamos con una mochila muy pesada. Que no podíamos caer en el juicio fácil porque no conocemos la realidad de cada una de esas personas con las que nos cruzamos. Ella torció el gesto y asintió. La gente lo está pasando mal. Estamos viviendo una época muy dura y cada vez son más los trabajadores que no llegan a fin de mes y, aun así, quienes deben "evitar" la pobreza entre sus ciudadanos parecen empecinados en fomentarla. Un líder político, desde un presidente del gobierno hasta un alcalde, se mide por sus acciones y que la gente pase penurias dice poco de su gestión. Ante este hecho pienso también en los universitarios, ¿tendrán que estar renovando cada hora el ticket del parking? Les va a salir a la larga tan caro el aparcamiento que la matricula de la carrera. ¿En esto también pensaron los genios que toman las decisiones? Tal vez les convendría hacer análisis de conciencia. Pero mientras se da un milagro, las calles de nuestra ciudad lucen de un verde que te quiero verde y azul.

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