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Elizabeth López Caballero

EL LÁPIZ DE LA LUNA

Elizabeth López Caballero

Malas influencias

Hace un tiempo, no recuerdo con quién, hablaba sobre el compromiso de las personas con la sociedad. Vivimos en comunidad y, por ende, necesitamos sentirnos parte de un grupo. Eso hace que tengamos las mismas costumbres, los mismos comportamientos sociales y que cumplamos las mismas normas. Al menos debería ser así. Lo cierto es que cada vez ocurre menos. Quizá estamos desafiando a las leyes de la antropología. Puede que estemos evolucionando y ello hace que nos alejemos de nuestra esencia. Lo que, a juzgar por nuestro proceder, yo diría que más bien estamos involucionando. El ejemplo más claro lo tenemos en la forma de actuar frente a las medidas de protección para reducir la propagación del coronavirus. Da la sensación de que únicamente cuando nos sancionan, cuando nos duele el bolsillo, es cuando decidimos acatar, a regañadientes, las directrices. Supongo que esto se debe a que, como diría mi abuela: "Cada uno es hijo de su padre y de su madre" o "En la viña del señor tiene que haber de to`mija". Volviendo al compromiso social, siempre he considerado que las personas que tienen a su alcance la posibilidad de transmitir un mensaje, ya sea a través de la literatura, de la radio, de la televisión o de las redes sociales deberían usarla para hacer reflexionar a sus seguidores. Es lo mínimo, ¿no? Las personas con "influencia" deberían ser altavoces sociales. Por eso me he sorprendido mucho este verano al golisnear las historias de las influyentes, tanto de Canarias como de otras comunidades autónomas, porque mientras mostraban los fantásticos destinos a los que viajaron, las exóticas playas o la suculenta gastronomía no tuvieron tiempo de enviar un mensajito, así como quien no quiere la cosa, de "ponte la mascarilla". Yo entiendo que en las fotos no saliesen con ella puesta, aunque considero que es un complemento que pega con todo, principalmente con los modelitos "no contagiar ni contagiarte". "Salud". "Seguir viviendo" y otros muchos outfit del momento. Pero, no sé, como mismo se pegaban media hora de directo narrando el periplo podrían también haberlo hecho de la importancia de cumplir con lo que se nos está pidiendo, que las cifras alarman. Mucho. Para eso son influyentes, ¿no? Para influir, si no, no son más que malas influencias. Jacinto Benavente dijo: "El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor". Quizá esa cita debería aparecer como condición sine qua non a la hora de abrir una cuenta en Instagram o en cualquier otra red social con la que se pretenda "influir" a los demás. Me da mucha pena ver cómo nos compramos la crema anticelulítica del momento. Los jeans con más flow o cualquier otro elemento que nos recomiende una o un influyente pero luego seamos incapaces de actuar con sensatez ante una situación de pandemia. Y más aún me apena que las personas del mundillo instagramero estén más preocupadas por cómo les quedó el ácido hialurónico en los labios que en enviar un mensaje de sentido común a sus seguidores.

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