La ley de la selva es la ley del más fuerte, afortunadamente en una democracia -en una democracia de verdad-, el imperio de la ley está por encima de todo; ahora bien, cuando alguien se salta las leyes a la torera en un estado de derecho no se le debe poner en el brete de tener que obligar por las buenas o por las malas el cumplimiento de lo que marca la constitución.

Parece mentira que por los derroteros que va el mundo donde la unión prevalece por encima de otras opciones, estén algunos promoviendo movimientos separatistas. La obviedad de que juntos somos más fuertes algunos quieren convertirla en una pantomima que echa por tierra siglos de convivencia y de relaciones no sólo humanas y familiares, sino de progreso económico y social.

El presidente Zapatero, en un exceso verbal, llegó a decir que aceptaba cualquier decisión que proviniese del Parlamento catalán, supongo que se refería a que siempre y cuando se ajustase a derecho, porque no es baladí que nada menos que el máximo mandatario fuese cómplice del incumplimiento de la ley.

Más (con acento y sin él) de uno tendrá que responder ante la ley, porque conciencia no tienen, de la tesitura en que han puesto a toda una comunidad autónoma como Cataluña en el disparadero económico y social produciendo un quebranto hasta en miembros de una misma familia , incluso la delación entre ellos.

La caverna nacionalista aprieta el acelerador para expropiar la soberanía nacional con planteamientos tan absurdos como confundir territorios con personas. No es de recibo y me estomaga que reclamen una supuesta deuda mil millonaria cuando sólo con Caixabank, gestionada desde Cataluña, el Estado español ha invertido en reflotar dicha entidad veinte mil millones.

El señor Duran y Lleida, por el cual siento una cierta simpatía, no puede seguir diciendo una cosa en el Congreso y la contraria en el Parlament catalán, amagando que o se mueve ficha o Cataluña tomará la decisión unilateral de darse las de Villadiego, mientras Rajoy mira y calla, o al menos no responde con la contundencia que un estado de derecho debe hacer en legítima defensa de sus intereses.

Por otro lado se está vendiendo el discurso desde Cataluña de que no hay nada más democrático que votar, y lo es, pero no es menos cierto que siempre y cuando se ajuste a derecho y a la constitución.

La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos, ahora parece que todo se torna oscuro y la mente de nuestros políticos se ha quedado sin ideas para dar respuesta a todos y cada uno de los retos que tienen por delante.

Me da la sensación de que el problema es que existen demasiados dirigentes que quieren ser importantes antes que útiles a su país.