La crisis de Crimea puede ser comparable a la de los misiles de Cuba entre J. F. Kennedy -USA- y Nikita Kruschev -URSS- que casi llevó a la guerra nuclear en 1962, pero es muy diversa.

Por empezar, la Rusia de Putin es diferente de la antigua URSS. Si bien él es autoritario y quien corta el bacalao, a veces con mano dura, hay cierto nivel de garantías y libertades. Las Pussy Riot, por ejemplo, rebeldes y admitidamente provocadoras, en vez de pudrirse en el Gulag de por vida, o perderla -como hubiera sucedido antes-, tras algunos golpes (moretones y moratones), y unos meses en prisión, gozan ahora de libertad, amén de éxito -y quizá mucho dinero- en USA y Europa. Putin es popular -oscila en un 60 % de apoyo- y también lo es su política con respecto a Ucrania. Como arguye Boris Kolonitskii en su artículo del New York Times del 11 de marzo (Why Russians Back Putin on Ukraine. Porqué los rusos apoyan a Putin en Ucrania ) eso se debe a diversos factores, básicamente a la estabilidad traída por Putin.

Pero además la situación política y sobre todo económica internacional es muy diferente ahora. Rusia es un socio para USA y la UE. Mucho del gas necesario no solo para Ucrania sino también para casi toda Europa, viene del Gazprom ruso (1). Si Rusia corta el gas -que llega precisamente a través de Ucrania- Europa debe apagar o ralentizar el motor. Especialmente Alemania. España por suerte se salvaría, porque recibimos el gas -por ahora- de Argelia.

Ante el envío de tropas rusas a Crimea, los medios occidentales han puesto el grito en el cielo: "¡No se puede invadir impunemente un país!" claman en USA, cuando ellos invadieron Irak y Afganistán. "¡Fuera los rusos de Crimea!" gritan en el Reino Unido, cuando Cameron ni sueña con retirarse de Gibraltar y Malvinas, donde está por razones geopolíticas y estratégicas similares a las de Putin en Crimea. Lo mismo sucede con Francia: Hollande metió la zarpa en la República Centroafricana y Mali. En las potencias occidentales la hipocresía está a la orden del día.

Pero el problema de Ucrania subsiste. Putin no cederá. Su importante base militar en Crimea, en el Mar Negro, está en juego y ni sueña con arriesgarla. Aparentemente USA y la UE deben contentarse con hablar por teléfono -mucho- con Putin, protestar, y proponer algunas sanciones económicas y diplomáticas. Nada más.

Parece claro que la mayoría de la población en Crimea es pro-rusa y desea salir de Ucrania y anexionarse a la Federación Rusa, donde sería más que bienvenida. No hay que ser un cráneo -como llaman en mi tierra a los muy inteligentes- para darse cuenta que el problema tiene solución: el referéndum en Crimea ya se ha celebrado. La famosa autodeterminación, tan cacareada por el Reino Unido para Gibraltar y Malvinas, se convierte ahora en la bandera de Putin.

El problema tiene solución? si el diablo no mete la cola. Esperemos que no lo haga.