A punto de publicarse una nueva entrega de los Cuadernos Negros, de Martin Heidegger, que, incluso antes de ver la luz, ha vuelto a alimentar la polémica sobre el antisemitismo del filósofo de la Selva Negra, una revista alemana ha entrevistado a su hijo, que ha dado algunas pistas sobre su lado más humano.

El entrevistado en las páginas culturales del semanario Die Zeit, Hermann Heidegger, de 93 años, es en realidad fruto de una noche de amor entre la esposa del autor de Ser y Tiempo y de un amigo de juventud de ésta que volvía desesperado del frente en la Primera Guerra Mundial.

El filósofo, que cometió durante su vida marital numerosas infidelidades, le adoptó inmediatamente como si fuera su propio hijo, y nunca diferenció entre él y su hermanastro, Jörg, quien no se enteró de lo ocurrido hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Según reconoce Hermann Heidegger, él y su padre jamás hablaron del tema, sino que fue la madre quien se lo confesó.

Hermann Heidegger trata de defender a su padre de las acusaciones de filonazismo y recuerda que toda Alemania había compartido en el primer momento el entusiasmo por la nueva etapa que parecía anunciar el nombramiento de Adolf Hitler por el presidente Paul von Hindenburg.

Pero tras su designación en 1933 como rector de la Universidad de Friburgo, comenzaron las tensiones con las autoridades como con las organizaciones estudiantiles nazis, según recuerda su hijo, porque el filósofo prohibió en aquella institución tanto la quema de libros como la colocación de carteles antijudíos.

Hermann Heidegger reconoce que su madre, Elfriede, sentía mayores simpatías por el movimiento nacionalsocialista que el filósofo aunque ese entusiasmo no impidió que le llevara a la consulta de un pediatra judío o que le enviara a pasar las vacaciones en el lago de Starnberg con una familia judía amiga.

A la pregunta de si Martin Heidegger supo del asesinato de judíos por el régimen, habida cuenta de sucesos como la quema de la sinagoga de Friburgo, el 22 de octubre de 1940, o de la deportación masiva a partir de esa y otras ciudades, su hijo dice no poder contestar y explica que él mismo se enteró en noviembre del año siguiente cuando los alemanes invadieron Rumanía.

Pero ni siquiera después de que el soldado Hermann Heidegger regresara en 1947 a Alemania de su cautiverio en Rusia y se reuniera con su familia hablaron padre e hijo del genocidio contra el pueblo judío.

Tenían más que suficiente con sus propios problemas, se justifica, y él mismo estaba bajo la impresión de la suerte corrida por sus compañeros en Rusia, de los cuales millones dejaron allí su vida.

Preguntado si después de la guerra él y los suyos hablaron de la culpa del pueblo alemán en aquella catástrofe, Hermann afirma tajante: "En casa de los Heidegger se silenció todo aquello. Mi padre evitó también hablar de ello si se exceptúa una breve mención en el llamado discurso de Bremen".

Hermann Heidegger señala por otro lado que la polémica sobre la relación de su padre con el nacionalsocialismo comenzó ya durante el Tercer Reich y explica que su discurso del rectorado no volvió a publicarse tras la segunda edición.

Además, tras su nombramiento como rector de Friburgo el 21 de abril de 1933, el filósofo consiguió que, a pesar de las leyes contra la presencia de judíos en la función pública, se restituyera en sus puestos de docentes a cuatro judíos de la Facultad de filosofía y también se preocupó de que su colega Edmund Husserl volviera a poder ejercer.

Nada de eso impidió, sin embargo, que, una vez acabada la guerra, a Martin Heidegger se le prohibiera la docencia en Alemania por su toma de partido a favor del nacionalsocialismo, interdicción que se levantó en 1949.

Martin Heidegger encomendó a su hijo y editor que encerrara bajo siete llaves durante cien años sus escritos aún no publicados, aunque luego la editorial consiguió que el filósofo cambiara de opinión.

La única condición que puso es que fuera el propio Hermann Heidegger quien dirigiera la publicación de sus obras completas, y desde 1979 (tres años después de la muerte del filósofo) no ha aparecido un solo volumen que no hubiera sido revisado totalmente por el hijo.

Faltan todavía por aparecer quince tomos hasta que se complete la publicación de todos sus escritos, que sumará 102 volúmenes, algo de que tendrá que ocuparse ya el nieto de Martin Heidegger.

Por último una pequeña confesión del hijo: preguntado por su obra favorita, señala dos: Der Feldweg (Camino de Campo) y Vom Geheimnis des Glockenturms (Acerca del Secreto del Campanario). Y añade: "Confieso honestamente que hasta hoy no entiendo Ser y tiempo", la obra capital del filósofo.