Ya se sabe, "los designios del Señor son inescrutables". O bien: "Dios escribe derecho con renglones torcidos". Uno de esos renglones torcidos es sin duda el cardenal Antonio María Rouco Varela; y uno de los designios inescrutables la casualidad de que su despedida como presidente doceañista de la Conferencia Episcopal Española haya coincidido, con un día de diferencia, con el décimo aniversario de la matanza islamista del 11-M. Matanza islamista llevada a cabo por fanáticos radicales que llevan al extremo las palabras del profeta. "Matadlos", se dice en alguna línea sagrada sobre los que persigan a los fieles mahometanos de Alá: esa fue la motivación de los terroristas que juraron venganza contra España por la desarticulación policial de unas células yihadistas preparadas para asesinar. Rouco Varela pidió unidad en sus sermón de La Almudena, pero dijo ese nombre en vano. Mientras lo pronunciaba, calló la presencia de víctimas de otras religiones y de representantes de otras confesiones en la catedral madrileña. La unidad suele ser muchas veces, ¡tantas veces!, una palabra con truco, una palabra camuflaje. En las asambleas de vecinos, de partidos y sindicatos suele aparecer alguien con los colmillos retorcidos que no quiere llegar solo al momento del voto, y trata de desvirtuarlo con gritos hipócritas de unidad, compañeros, unidad. El impenetrable cardenal gallego pedía unidad mientras encendía las velas de la desunión y daba oxígeno a los conspiranoicos de la extrema derecha. La masacre terrorista, según él, fue cometida "por personas dispuestas a matar inocentes a fin de conseguir oscuros objetivos de poder". Un galimatías mal intencionado. No es cierto. No fue por "oscuros motivos de poder". Eso es una falacia. Es tomar partido por la teoría de la conspiración, un puñal clavado en el corazón de las víctimas. El atentado obedeció a una intolerancia religiosa que quiere llevar a cabo la gran venganza pendiente contra los infieles. No los mueven objetivos de poder, es decir, políticos, ni sociales, ni económicos, están impulsados por el resentimiento y el odio que son los cimientos del fanatismo.

Durante diez años la predicación del odio utilizó a las víctimas de este cruel atentado como instrumento de división política. La COPE, la emisora de radio de los obispos, con Jiménez Losantos y sin Jiménez Losantos ha esparcido la mentira, el insulto, la calumnia, la división. Cristianismo, sin duda, de los siglos de las hogueras y la quema de libros. El periodista Pedro J. Ramírez fue pionero de esta estrategia de la duda que lanzó como un misil contra los cimientos de la confianza democrática. Utilizó El Mundo para sembrar la cizaña; y el Partido Popular, con Aznar marcando el paso, se agarró a este clavo ardiendo: una conspiración judeomasónica marxista y zapatera sería una explicación digna para la derrota electoral del 14-M. Era muy atractiva la idea de que una mente prodigiosa, un autor intelectual, hubiera diseñado un atentado en la jornada de reflexión. Todo tendría así una explicación. Todo respondería a una estrategia maligna. Pero el matadlos que activó los explosivos se pronunció mucho antes de que las elecciones fueran convocadas. Y los autores intelectuales fueron unos terroristas tan anormales como todos los terroristas. No se acepta la evidencia: los atentados, por muy complejos que sean, como el del 11-S, con cuatro aviones, o la tragedia diaria en Irak, en Afganistán, en Pakistán, son diseñados por vulgares criminales. Cuando el Gobierno del PP se descuelga de la conspiranoica; cuando la nueva dirección de El Mundo hace lo mismo; cuando la verdad judicial establecida por varios tribunales, docenas de jueces y fiscales, miles de pruebas, establece la autoría yihadista y no encuentra una sola conexión con ETA... los únicos que persisten en el afán son la ultraderecha cerril y los sembradores profesionales del odio en algunas emisoras de radio y en las TDT Party: con las episcopales COPE y 13TV en primera línea de insulto al que se mueva. Sinuoso, maestro del doble lenguaje, que tramita beatificaciones masivas de mártires de la Cruzada mientras desdeña a los asesinados por el franquismo que permanecen en cunetas y pozos, Rouco no ha podido resistirse a dejar unas gotas que reaccionen con el rencor sumergido: "Oscuros objetivos de poder". Sí, Dios escribe derecho con renglones torcidos. Es el canto del cisne de una forma reaccionaria de entender la Iglesia católica que el mensaje del papa Francisco considera alejada del verdadero cristianismo. A las personas de buena fe les queda el consuelo de que, en efecto, el camino al infierno esté empedrado de buenas intenciones; y que para las malas, alguien haya que ponga aceite sobre los adoquines.