El otoño ha sido inspiración de poetas y escritores cuyos versos y poemas rezuman paisajes grises compuestos de montañas pardas, árboles mustios y suelos empedrados de hojas leonadas: Esparce Octubre, al blando movimiento del sur, las hojas áureas y las rojas y, en la caída de sus hojas se lleva al infinito el pensamiento. Así escribe acerca del Otoño el genial poeta Juan Ramón Jiménez. Como tantos otros poetas que han escrito acerca de la estación otoñal deja entrever un estado de ánimo cargado de cierta nostalgia y abstracción de lo cotidiano que invita al ensimismamiento. Una mezcla de tradición cultural, inspirada en poetas románticos unida a las condiciones de cambio climático, por la llegada de los primeros fríos, ventiscas y rocíos (en expresión campesina isleña, "la otoñá") pueden formar el caldo de cultivo para que se extienda entre la población una cierta tendencia al ánimo deprimido. La literatura científica, perteneciente a las ciencias médicas y psicológicas, habla de la "depresión otoñal" o "depresión estacional". Se trata de un estado de ánimo caracterizado, entre otros posibles síntomas, por la falta de atención y desinterés por las actividades diarias y las cosas del entorno. Todo trufado, más que por tristeza, por melancolía. Porque, cuando se está triste se sabe, por lo general, la causa, mientras que en la melancolía subyace una especie de desaliento y ensoñación y, aunque Diderot la calificó de "sentimiento dulce", es, en el caso que nos ocupa, un sentimiento que lastima el ánimo de quien lo padece. Esa nostalgia soñadora que araña el alma, se percibe como la pérdida de algo importante, asociado a días pasados entre baños, caminatas, paisajes inéditos o tumbados en la más feliz de la molicies. A la vuelta se recuerdan como una experiencia de vida, tan intensa como efímera. Tanto que la mayoría de las personas a las que se le pregunta ¿"que tal las vacaciones"?, independientemente de edad, sexo, condición o trabajo, suelen responder con aquello de que "se me hicieron cortas". Los científicos del comportamiento saben que la añoranza, a veces revestida de hipocondría (suele coincidir con la aparición de males y dolencias que se repiten en ciertos períodos estaciónales o críticos para la persona) se debe a la disminución o falta de luz que produce alteraciones hormonales en el organismo como son el aumento del nivel de melatonina con la consiguiente disminución de serotonina (relacionada con el humor) y de la dopamina (relacionada con la actividad). Un síndrome que se produce, sobre todo, en los países fríos de los dos hemisferios y que suele coincidir con la llegada del otoño. No hay que olvidar que países de tan desarrollados y alto nivel de vida como Suecia o Finlandia, siguen teniendo un alto índice de suicidios que muchos especialistas e investigadores atribuyen a la ausencia de luz que empieza con el otoño y se prolonga, en estas latitudes, con la larga temporada invernal.

Habría que preguntarle a las gentes que vienen del frío, durante la temporada alta del turismo en Canarias, si cuando comienzan recibir, a veces en altas dosis, las vitaminas D y K provenientes del radiante sol canario, sufren o han dejado de sufrir los efectos de la depresión estacional. Porque en las costas de las islas, generosas de luz y apacible clima durante todo el año, no se dan las condiciones negativas para que aparezca el síndrome. Si bien como factores precipitantes, además de que el astro rey, durante el período otoñal, manda sus rayos oblicuos sobre el paisaje y el paisanaje isleños, pueden aparecer los siguientes: ensoñación y nostalgia de haber disfrutado de un verano rico en sensaciones placenteras, incluido el "mal de amores", "matraquilla que no cesa de martillear el cerebro, recuerdo obsesivo del amor ausente", adaptación a las rutinas de siempre, clases, vida doméstica o al trabajo. Para el que lo tenga. Porque hay quienes, en esta época del año, sufren una depresión de caballo que nada tiene que ver con el clima, sino con la carta de despido que se encontraron al llegar a la oficina, hotel, el taller o la fábrica. O con un cambio drástico en las condiciones de trabajo por problemas de productividad en su empresa. Por eso, y no por falta de luz solar en Canarias, nunca dejaran de recordar al fatídico Otoño como una experiencia infame. Uno de los consejos prácticos para este tiempo otoñal consiste en hacer caso a su médico de cabecera: cuidarse de gripes y constipados, vacunarse a ciertas edades o presencia de enfermedades crónicas e iniciar la ingestión de cítricos. En todo caso, para levantar el ánimo deprimido, vienen bien los paseos pisando la hojarasca de los caminos mientras se contempla como amarillea un paisaje de fronda, bañarse en nuestras playas todavía con aguas caldas y degustar de las ricas frutas estacionales como los tunos, nueces y castañas. Y los membrillos aquellos que, en otro tiempo, se lavaban en el agua salada de la playa y se consumían a interminables mordiscos mientras se jugaba a espichar un clavo en la arena. Todo lo que sea antes que nos invada el abatimiento y nos atenace la melancolía de las tardes grises. Nada mejor que recordar al escritor Mario Benedetti cuando escribe: aprovechemos el Otoño antes de que el futuro se congele y no haya sitio para la belleza, porque el futuro se nos vuelva escarcha.