La vida dentro del hospital no tiene nada que ver con el exterior. Cada paciente cuenta sus dolencias, pruebas y días que le restan para irse a casa. Los hay que están encamados, en su mayoría personas mayores, que reciben un trato superespecial del personal del centro que les ayuda comer, ducharse y hacerles la vida más agradable, mientras esperan la llegada de algún familiar. Otros, por el contrario, han venido para temas menores y acuden junto a su cama hasta 18 personas, de una tacada. Aquello pasa de ser un cuarto triste y sombrío a algo vivo y alegre con tertulias la mar de divertidas.

Los que acudimos con temas cardiacos vamos a la planta 5ª, después de pasar por urgencias donde aplican el protocolo, sin más: suero, encamado, pruebas y nada de agua. Así puedes estar cuatro noches, hasta que se disponga de una cama en planta. Los especialistas te observan y preguntan, pautan más pruebas, miran el tratamiento que sigues y desaparecen. Al día siguiente llega otro turno, y por tanto otro especialista y equipo y así hasta que la suerte acompañe. Seguro que los responsables de la sanidad en Canarias nunca estuvieron allí como pacientes. Es imposible que hayan estado y no tomaran medidas mínimas; pero mínimas...

En esta circunstancia, en urgencias, después de cubrir el protocolo arriman tu cama a otras muchas que hay por allí, sin importar otra cosa que el desalojar la entrada. Si la suerte acompaña y ese día hay celador, es posible que por la tarde noche te suban a planta. Te mantienen el suero, aunque no sea necesario, no puedes bajar de la cama y tienes que esperar al médico el día siguiente, ya que no puedes ducharte hasta entonces "por el protocolo"... Ese día el especialista ha tenido otras tareas y sólo llegará cuando empieza la tarde... El paciente sigue el protocolo que viene de urgencias.

YA EN PLANTA

Después de los días en urgencias y poder darte una ducha, la habitación en planta te parece un oasis. Te visita la enfermera con un kilométrico cuestionario que, entiendo, nadie lee. El caso más claro un paciente dejo clarísimo que no comía pollo ni pescado, y los primeros menús eran sopa de pollo -en sus distintas especialidades- y pescado... Sin comentarios.

Intentas enterarte de cómo va el mundo, mientras estabas guardando cola en urgencias por un problema cardiaco, y te dicen que los periódicos se venden en un kiosco del patio central pero que, como paciente, no puedes abandonar tu planta. Otra posibilidad es vigilar, a primera hora, si el celador ha querido subir varios ejemplares de un periódico local que se reparte gratuito... Otra posibilidad es comprar una tarjeta para ver la televisión. Negocio redondo. La máquina está en la otra planta, pero no importa que vayas. Dependiendo de la cantidad ingresada se puede estropear viendo el telediario, un partido de fútbol o una película. Llamas al número de averías y te sale un contestador. Total, que mejor apagar y esperar a que venga el técnico. Un día después llega un joven con una mochila y da el pronostico: la tarjeta ya no vale...

¿Y los aparcamientos? La verdad que siento curiosidad por saber cómo se administra un complejo tan complejo. Quienes te visitan no salen de su asombro con los precios. Y, ¿qué pasa con los acompañantes? Si tienen que acompañar a un enfermo, ¿cuánto les cuesta al día? ¿Alguien hizo cuentas? Y, encima, el Ayuntamiento les ayuda poniendo toda clase de obstáculos en las cercanías para que todos pasen por caja sin tener en cuenta las situaciones que allí se viven.

Mientras esperas para saber que decisión tomarán sobre ti, te confirman que se cierra el Canal 9 Las Arenas. Una mala noticia la despedida de cualquier medio, dejando en la calle a excelentes profesionales.

Ah, por cierto, numerosos amigos y conocidos me han recriminado que en el primer artículo no explicara ya el desastre que, según ellos es el Hospital Negrín. Lamento no coincidir con ellos, pues nunca vi a tantos profesionales entregados en su bella tarea. Insisto: pese a todo prefiero la sanidad pública. Lo verán más claro cuando abordemos el paso por la UCI (unidad de cuidados intensivos), quirófano y esos profesionales anónimos que llevan adelante una tarea que nos debe servir de orgullo y alegría.