Hubo un tiempo en el que este país recibió un aluvión de ciudadanos del cono sur americano que huían de las dictaduras sangrientas y despiadadas que se habían hecho con el poder en sus países: Chile, Uruguay y Argentina se llevaron la palma de la barbarie diseñada y ejecutada por unos militares autóctonos pero formados en academias militares estadounidenses, "para luchar contra la insurgencia" decían los Videla, Massera y Pinochet. Nosotros estábamos recién nacidos a la democracia, todavía no nos la creíamos: éramos tan incrédulos, que fuimos capaces de nacer a los nuevos tiempos políticos y sociales e inventar la etiqueta "desencanto" como estado de ánimo inmediato. En él seguimos, unos pocos, otros se lo creen. En fin, que los que huían de la muerte, vinieron con padres e hijos, con hermanos y amigos. Entre ellos, unos adolescentes simpáticos y porteños que ya en su tierra rasgaban la guitarra y tocaban rock en español; salvo Miguel Ríos -que todavía sigue despidiéndose- cosa impensable en nuestro país. Alejo Stivel y Ariel Roth, fundaron un grupo, "Tequila", que fue premovida y preludio. Les perdió la ola del éxito y de otras cosas, y desaparecieron en medio de místicos encantos. Pero aquellos dos chicos eran grandes músicos: el primero, se dedicó a la producción y el segundo continuó, y continúa, rasgando la guitarra y cantando con acierto. Alejo llevaba años calladito hasta que esta primavera decidió regalarnos una joya de CD, "Decíamos ayer". Ha sido la banda sonora de mi verano familiar. Quizás la versión más bonita de "Qué hace una chica como tú en un sitio como este" o cómo superar al mejor Sabina en "Qué demasiado", y dos versiones memorables de Silvio y Milanés. Todas, hasta catorce canciones, son estupendas. Recomiendo el trabajo de Alejo Stivel no como antídoto frente a los tiempos que corren ("sonido ardiente y verbo de insurgencia" le escribe Silvio Rodríguez), sino como himno permanente del desencanto, el escepticismo y la alegría de los seres puros.