Las manifestaciones contra los políticos tienen algo de antipolítica, mucho de despiste, y una pizca de antidemocracia. El resto es indignación más que justificada. Lo curioso es que la diana se limite a los representantes de la soberanía popular. ¿Lo han hecho mal? Puede, o no han hecho lo suficiente, porque son ineptos, cómplices, impotentes o las tres cosas. Pero se han presentado a unas elecciones libres y han sido votados por los ciudadanos que ahora les abuchean. Y podrán ser votados y botados en las próximas convocatorias electorales. A los bancarios y banqueros, ni se les vota y, mucho menos, se les puede botar. ¿Por qué no acuden las huestes justicieras de ciertas oficinas bancarias, por poner dos ejemplos? ¿Por qué no buscan a los directores que les engañaron con productos basura, omitiendo la letra pequeña, auténticos palanganeros de los anónimos mercados insaciables? Porque es más fácil disparar, metafóricamente, contra el que más se expone, contra el que intenta cambiar las cosas, casi siempre para bien, pero tiene un escasísimo margen de maniobra.

Hace falta rebelarse, pero hay que saber contra qué y contra quién. Los causantes de la crisis no han sido los políticos. Algunos, cómplices por ideología, pero a la inmensa mayoría esta gran estafa les ha cogido sin capacidad de maniobra. Es, más que nunca, la hora de la política, la hora de utilizar los mecanismos que la democracia pone en mano de los ciudadanos y sus representantes, para denunciar, plantarse y castigar a los auténticos culpables. No podemos permitir que el dinero de nuestros impuestos sirva para tapar los robos del mercado, consentidos por un sistema económico ilegítimo e inmoral. Y como es la hora de los políticos, no hay que abuchearles, sino exigirles que encabecen la manifestación contra el poder absoluto del capital, que se planten en Bruselas y digan claramente "de aquí no se pasa". Zapatero descartó esa posibilidad en 2010. ¿Lo hará Mariano Rajoy? Ojalá.