Qué sería de las islas si no hubiese mediado la intervención de extranjeros que las amaron y las hicieron suyas? Sin los visitantes europeos que desde el siglo XVIII aquí creyeron encontrar un pequeño paraíso perdido y sin los pioneros británicos, a los que Canarias les vino bien como escala en su ruta a las lejanas colonias, nuestra historia hubiera sido más angosta. David Bramwell, con su corpachón y su entusiasmo por nuestra flora, dirige el Jardín Canario, espacio ideado por un sueco visionario, Sventenius, a quien escuchó con atención Matías Vega Guerra, entonces presidente del Cabildo. Bramwell pertenece a esa saga de británicos enamorados de las islas, y no debemos olvidar el papel que ellos tuvieron desde el siglo XIX cuando fundaron los primeros hoteles, trajeron las consignatarias y los bancos, impusieron los desarrollos portuarios y urbanos, la electricidad, el alcantarillado, el diseño de Ciudad Jardín y de Tafira, etcétera. Zoe, la que fue su esposa, era una eficaz colaboradora, dibujante excepcional, como el propio Kunkel y su esposa, que finalmente se establecieron en Andalucía. Y también los británicos fundaron los hospitales donde curaban a sus enfermos de asma y melancolía. Sin olvidar, claro, su papel definidor de la agricultura. No en vano se preocuparon de buscar las variedades de plátano y tomate que aquí podrían darse y que importarían de modo preferente durante largas décadas. Pues bien, Bramwell es un hombre entusiasta y con gran capacidad de trabajo. Los logros del Jardín Canario, o Jardín Botánico Viera y Clavijo, son notables en cuanto a la recuperación y conservación de especies de nuestra flora, especies que en algunos casos se consideraban perdidas. Los equipos humanos que allí se han ido formando bajo su mando tienen nivel, y en sus laboratorios se trabaja bien la selección y conservación de semillas. El Jardín es una visita obligada para escolares y foráneos. Recientemente se celebró, el pasado 23, una bienvenida al solsticio, al verano, a la luz, a los cultos de la fecundidad y de la vida. Hubo un grupo de poetas y de tocadores de los instrumentos de la tierra, pues el Jardín es últimamente un punto de encuentro de las letras y las artes, de la sociedad insular en general.