Sabino Fernández Campo, cuyo papel en el fracaso del golpe del 23-F fue sin duda todavía más importante del que se le atribuye, decía que tan decisivo como el desenlace del propio golpe había sido el juicio celebrado en los meses siguientes, en el que ninguno de los procesados asumió su responsabilidad, echándose la culpa unos a otros y hundiendo al golpismo aún más en la infamia.

Tras el golpe muchos hasta dudaban de la capacidad del poder democrático para juzgar unos hechos en los que de un modo u otro estaba implicada una buena parte del estamento militar.

Pero un juicio descansa en una representación de los hechos, a fin de enjuiciarlos, y como para entonces había enfriado su carga pasional y emocional, la naturaleza humana, en este segundo paso de la imagen, ya no pudo disimular bajo grandes palabras sus miserias, ni era igual ser valiente con pistola en la mano que sin ella.