Aunque todo suceso sea histórico, llamamos históricos a los que marcan un hito en la organización de la historia, y permiten hablar de un antes y un después. Cada uno de los contemporáneos de un hito histórico tiene un recuerdo íntimo de él, que conviene preservar fuera del río de la historia formal, para que ésta no se lo lleve. Mi recuerdo del 11-S es el de una sensación de irrealidad y a la vez de realidad, es decir, que estaba ocurriendo algo real que no encajaba en la realidad que configura el estado de cosas. O sea, estábamos ante un cambio de estado de la realidad. Esta percepción nítida se sobreponía incluso al dramatismo de la tragedia misma. Una catástrofe es propiamente eso, una revuelta o volteo de la realidad. Lo que parecía más firme (el hito físico de las Torres Gemelas) se venía abajo, y desde ese día el futuro ya no ha tenido carretera para circular de forma segura.