El problema de fondo de la energía nuclear es que se trata de una energía incontrolable. Ahora se asustará mucho la gente por los efectos del accidente de Japón, pero el mayor riesgo está en los residuos de alta actividad, con los que nadie sabe bien qué hacer, salvo guardarlos bajo la alfombra, y cuyos efectos letales pueden durar cientos y hasta miles de años. El asunto estaba más o menos anunciado en el mito de Prometeo, que por robar el fuego de los dioses fue castigado por Zeus a un tormento eterno (aunque en esa historia logró escapar). La energía nuclear es literalmente el fuego de los dioses, pues su fuente es semejante a la del primer dios de nuestra cultura matriz, el Sol. Una placa solar, en cambio, no deja de ser, en sí misma, un modo devoto y respetuoso de utilizar los dones del Sol, sin pretender suplantarlo, para lo que ni tenemos tamaño, ni edad, ni sabiduría.