Fuera de la Iglesia no hay salvación. Ese dogma lo profesan todos los partidos políticos en España. La realidad lo avala, desde el principio de la democracia: salvo el caso excepcional de UCD, un partido asociado a la transición, y que se licuó al concluir la fase álgida de esta (como en un "molde a la cera perdida"), el cuerpo de baile no ha variado apenas a lo largo de un tercio de siglo: en la izquierda un gran partido, con otro menor que hace de secante (pero lo secunda), en la derecha otro gran partido, y en el centro los partidos nacionalistas, hegemónicos en sus territorios, y algunos regionales. Todos ellos, sin excepción, predican la máxima que da título a este billete. Pero no es su predicación interesada, sino la sociología electoral, la que eleva la doctrina a dogma: aunque la gente se queja de la partitocracia, bendice en las urnas el númerus clausus en cada año santo.