El zapaterismo estructuró la oferta televisiva a conveniencia de los incondicionales del presidente en el sector audiovisual, que es más o menos lo mismo que habían hecho los jefes de gobierno anteriores, para qué están los amigos. Es cierto que, con el nacimiento de la televisión privada, González otorgó una licencia a la derecha: aquella memorable Antena 3 de los inicios cuya emisión era un continuo sobresalto, un festival de errores técnicos. Entonces, muchos poníamos Antena 3 sólo para recrearnos con sus gazapos, por ver si un día se le venían abajo los decorados en mitad del informativo.

Claro que Felipe permitió al mismo tiempo que sus íntimos de Prisa codificaran una televisión que teóricamente debía emitir en abierto, Canal +. Por no hablar de los tejemanejes de Aznar empujando a Telefónica a comprar Antena 3 y a montar aquel ruinoso negocio que fue Vía Digital. En esta plataforma, nacida exclusivamente para jorobarle el negocio al Plus de los Polanco, trabajé durante algún tiempo programando varios canales de cine, entre ellos uno de porno, hetero por supuesto, que me tenía de lo más entretenido: había que visionar un sinfín de cópulas y felaciones antes de adquirir las películas para su emisión. Era la España del aznarato, y se trataba de evitar determinados momentos estelares del género, como los rollitos lésbicos o cualquier amago de bisexualidad entre los caballeros. Durante algunos meses contemplé tantos orgasmos que entendí mejor que nunca a la divina Susan Sontag, cuando proclamó en los setenta que la cumbre del "camp" bien podía ser una película porno vista sin lujuria.

Con el zapaterismo, la movida legislativa montada a mediados de la década sólo tenía por objetivo posibilitar el nacimiento de La Sexta, la cadena amiga. El mismo cogollito audiovisual del régimen decidió después suprimir la publicidad en Televisión Española, intentando así mejorar su precaria cuenta de resultados. Lo que en el fondo se buscaba era el desmantelamiento de la televisión pública, y el reparto entre los privados de su tarta comercial y de su audiencia. Pero al final ha sucedido todo lo contrario, y TVE ha venido manteniendo un meritorio liderazgo. Sin la presión comercial, los dos canales principales de la casa han podido reorientar su programación con emisiones de mayor calidad. La 2 es una cadena con excelentes espacios, aunque su rejilla sea un tanto confusa y peor promocionada. Y el éxito de algunos programas del "prime time" de La 1 indica un alentador cambio de tendencia entre los espectadores. Otra cosa es que el interesado esquema de financiación previsto por Zapatero "and friends" acabe funcionando. Ese sería asunto para otra meditación. También lo sería analizar cómo la última concesión de nuevas licencias, montada sobre el pretexto de la pluralidad, sólo habrá servido finalmente para concentrar el poder audiovisual privado en un par de grupos.

En medio de toda esta ensalada de influencias y arbitrariedades, brilla la solidez alcanzada por los servicios informativos de TVE en estos últimos años. Esa calidad es también el fruto paradójico de la sectaria política audiovisual de Zapatero, que, como Dios, ha escrito en este asunto recto con renglones torcidos. No hay color, entre los telediarios de La 1 y los informativos del resto de las cadenas, batido de trivialidades y crónica de sucesos. Televisión Española es hoy el medio informativo más riguroso y plural de España, y así lo reconoce el personal en las encuestas. Produce rubor, o carcajada, según le vaya a uno el día, que algunos dirigentes del PP se permitan acusar a la cadena pública de sectarismo.

Quizás esa novedosa independencia se vea ahora acrecentada por el vacío de poder que sufre la casa, sin responsable máximo desde la dimisión de Alberto Oliart. Al ex ministro octogenario lo colocaron sibilinamente en Prado del Rey los ami-gos de Zapatero, sabiendo que el PP no se atrevería a oponerse a su nombra- miento. Oliart dejó trabajar al personal, supongo que por carecer de energías pa-ra hacer lo contrario. Me cuentan que al final despachaba en la sala de estar de su residencia. Un extraño caso, el de esta TVE. Cuando la quisieron hundir resucitó. Y encima, desde hace algunos meses, anda sola sin patrón, a la espera de un nuevo consenso. Mejor que se quede así, con sus magníficos servicios informativos y la serenidad con que transmiten el hundimiento acelerado del mundo terrible que nos rodea.